Estos
son los dos primeros de los cuatro libros dedicados a los Reyes, y se refieren
a la monarquía de Israel y de Judá, que duró unos 450 años, hasta el cautiverio
de Babilonia. Los dos primeros, llamados también I y II de Samuel, relatan la
historia de Israel desde el nacimiento de Samuel hasta la muerte de David.
El
libro primero empieza narrando la historia de Helí y Samuel, que fue el último
de los jueces, y el establecimiento de la monarquía en Israel (cap. 1-15); en
la segunda parte refiere el fin de Saúl, el primer rey, y el advenimiento de
David (cap. 16-31).
El
libro segundo está dedicado por entero al reinado del Rey-Profeta.
El
autor de estos libros es desconocido. El texto hebreo pone el nombre del
profeta Samuel al frente de ambos libros. Es realmente muy probable que gran
parte del primero provenga de Samuel; pero hay que fijar su redacción
definitiva en el tiempo después de David.
El
objeto que se propone el autor, es mostrar principalmente la fidelidad de Dios
en sus promesas y la divina providencia en la vocación de David al trono. Al
mismo tiempo quiere el autor trazar una imagen del rey ejemplar David, en
contraste con Saúl, a quien no es lícito imitar.
San
Jerónimo encarece la lectura de los libros de los Reyes, porque es fácil
comprender su contenido y sacar las enseñanzas que Dios mediante ellos pone
ante nuestros ojos y nuestro corazón.
Esta
divina historia es como un bosquejo de todo cuanto ha sucedido en el mundo
desde aquel tiempo hasta hoy. Mudados los nombres, la substancia es la misma.
"Se descubre por todas partes aquella providencia paternal, aquel poder y
sabiduría eterna, que todo lo dispensa, ordena y endereza al fin y cumplimiento
de sus altísimos designios. En cada página se nos muestra al Señor como un Dios
santo, benéfico, misericordioso, siempre pronto a perdonar las faltas de los
que arrepentidos recurren a su clemencia" (Scío).
El
personaje que se destaca en toda esta historia es David, el gran amigo de Dios
y figura de Cristo que descendió de él según la carne.
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