martes, 15 de marzo de 2016

¿Por qué los Católicos decimos que María es Madre de Misericordia?

María es Madre del amor en el perdón. Ella brota del amor misericordioso de Cristo y está al servicio de la Misericordia de Cristo.

Por: Fr. Carlos Lledó López O.P. | Fuente: Cofradiarosario.net 


María es Madre del perdón en el amor, y del amor en el perdón. Brota del amor misericordioso de Cristo y María está al servicio de la Misericordia de Cristo. Es lo que recordamos y vivimos en el Rosario.

Cristo es el eterno amor misericordioso
Porque contempla la situación de la humanidad por el pecado original y ofrece la única solución posible: la redención centrada en la Pasión y muerte.

La misericordia es la constante de la vida de Jesucristo. Al paralítico le ofrece la solución de alma y de cuerpo: “Confía, hijo: tus pecados te son perdonados”(Mt.9,2). Igualmente a la mujer hemorroísa: “Hija, ten confianza; tu fe te ha sanado. Y quedó sana la mujer desde aquel momento” (Mt.9,22) En la Cruz nos ofrece la gran solución: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen (Lc.23,34) y abre las puertas del Cielo al buen ladrón suplicante: Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc.23, 40-44).

María, objeto preferencial de misericordia
María diciendo orden al pecado original, no lo contrae de hecho porque es objeto preferencial de la misericordia de Cristo. Por ello, es privilegiada y excepcionalmente redimida. Es la Inmaculada Concepción.
María, objeto preferencial de la misericordia de Cristo, es también la llena de gracia, de toda la gracia que necesita para ser la Madre de Dios, Madre-Virgen.



Entonces... ¿Por qué María es madre de misericordia?
Tan sencillo como el hecho de que es la Madre de Cristo, quien es el manantial divino de la eterna misericordia. María es Madre de la misericordia desde el misterio de la Encarnación, la gran misericordia del Verbo que se hace hombre al calor del corazón de María por obra del Espíritu Santo.

María es Madre de Misericordia proyectando su amor sobre Cristo en la cruz con ternura de madre. Lo sigue proyectando sobre la Iglesia, Cuerpo de Cristo y por lo tanto, sobre nosotros, pecadores.

María es Madre de Misericordia que perdona a Pedro que niega su Hijo, también a Judas el traidor y a los que crucifican a Cristo. Pienso que Ella repite con su Hijo: “Padre, perdónalos…” María nos ofrece la Misericordia de Cristo y nos orienta hacia Él.
María es camino del perdón. Por eso, nos conduce al Confesionario, a la Eucaristía... El Rosario es camino de oración para alcanzar la misericordia de Cristo y experimentar el amor misericordioso de la Madre.
En María triunfa la Misericordia. Por eso, es privilegiadamente asunta al Cielo en cuerpo y alma, y coronada Reina y Madre de Misericordia.

*San Juan Pablo II nos dejó una gran enseñanza sobre Maria Madre de misericordia, en la Encíclica "Veritaris Splendor" aquí un pequeño extracto:
"El privilegio especial que Dios otorgó a la toda santa nos lleva a admirar las maravillas realizadas por la gracia en su vida. Y nos recuerda también que María fue siempre toda del Señor, y que ninguna imperfección disminuyó la perfecta armonía entre ella y Dios. Su vida terrena, por tanto, se caracterizó por el desarrollo constante y sublime de la fe, la esperanza y la caridad. Por ello, María es para los creyentes signo luminoso de la Misericordia divina y guía segura hacia las altas metas de la perfección evangélica y la santidad.
María es Madre de Misericordia porque Jesucristo, su Hijo, es enviado por el Padre como revelación de la Misericordia de Dios (cf. Jn 3, 16-18). El ha venido no para condenar sino para perdonar, para derramar misericordia (cf. Mt 9, 13). Y la misericordia más grande radica en su estar en medio de nosotros y en la llamada que nos ha dirigido para encontrarlo y proclamarlo, junto con Pedro, como «el Hijo de Dios vivo» (Mt 16, 16). Ningún pecado del hombre puede cancelar la Misericordia de Dios, ni impedirle poner en acto toda su fuerza victoriosa, con tal de que la invoquemos. Más aún, el mismo pecado hace resplandecer con mayor fuerza el amor del Padre que, para rescatar al esclavo, ha sacrificado a su Hijo: Su misericordia para nosotros es redención. Esta misericordia alcanza la plenitud con el don del Espíritu Santo, que genera y exige la vida nueva. Por numerosos y grandes que sean los obstáculos opuestos por la fragilidad y el pecado del hombre, el Espíritu, que renueva la faz de la tierra (cf. Sal 104 [103], 30), posibilita el milagro del cumplimiento perfecto del bien. Esta renovación, que capacita para hacer lo que es bueno, noble, bello, grato a Dios y conforme a su voluntad, es en cierto sentido el colofón del don de la misericordia, que libera de la esclavitud del mal y da la fuerza para no pecar más. Mediante el don de la vida nueva, Jesús nos hace partícipes de su amor y nos conduce al Padre en el Espíritu."



Aplicación
Nos acogemos a la misericordia maternal de María en nuestra debilidad, con el Rosario en el corazón, en los labios y en las manos. El Rosario marca el camino de la misericordia y lo aplica. Recemos el Rosario.


miércoles, 2 de marzo de 2016

¿Qué es más importante: la oración o la acción?

La oración y la acción no son contrarias sino absolutamente complementarias: de la verdadera unión con Dios en la oración brota la fuerza para la acción fecunda

En un mundo tan dado a la actividad y al activismo se tiende a oponer a veces la oración a la acción, como se nota en la pregunta de esta semana, y a desvirtuar el significado y el sentido de la contemplación. Pero estas actividades no son contrapuestas, sino absolutamente complementarias. Es más, una depende de la otra: la primera es la oración, luego viene la acción, como resultado de la oración.

De la unión con Dios consecuencia de la verdadera oración brota la fuerzasobrenatural que hace eficaz la acción apostólica. Al faltar esa dimensión espiritualizante, el apostolado puede tornarse en mero activismo sin sentido sobrenatural o en simple filantropía sin alcance redentor.
El camino de la oración lleva necesariamente a la acción, y esta acción será más fecunda, mientras más intensa sea la vida de oración.

Mientras más oración, más acción

En los santos puede verse que mientras más adelantaban en su vida de oración, más atendían a las necesidades del prójimo. En Sta. Teresa de Jesús, por mencionar sólo una, coinciden su vida de oración contemplativa con su vida de escritora y de fundadora, cuando después de haber sido monja durante 20 años, se hace contemplativa, es decir: se da cuenta de que Dios no está esperando las obras que ella pueda realizar (su acción apostólica), sino que le dé oportunidad a El para hacer sus obras en ella y a través de ella.

De allí que el San Juan Pablo II en su pontificado nos haya enseñado:

•          "Para conocer a Cristo en el pobre, hay que encontrarlo y conocerlo en primer lugar en la oración”.
•          “La capacidad de contemplación se os convierte en capacidad de influjo evangelizador; la capacidad de silencio se os transforma en capacidad de escucha y de donación a los hermanos ...Y recuerden que la actividad -incluso la más santa y benéfica en favor del prójimo- no dispensa nunca de la oración.”
•          Y nos invita al necesario balance entre oración y acción, entre María y Marta, (refiriéndose a Lucas 10, 39): “estar sentados a los pies del Maestro constituye sin duda el inicio de toda actividad auténticamente apostólica”(cf. San Juan Pablo II, 4 de octubre de 1986)
•          "La misión sigue siendo siempre, primariamente, obra de Dios, obra del Espíritu Santo, que es su indiscutible ¡protagonista!”, recordándonos que por muy necesarios que sean los esfuerzos humanos, el éxito no depende de nosotros, pues la misión es “obra de Dios”.
De allí que el Papa Benedicto XVI, cuando era el encargado de preservar la Fe en la Iglesia Católica, al hablar sobre la Nueva Evangelización, tuvo esto que decirnos: “Todos los métodos están vacíos si no tienen en su base la oración. La palabra del anuncio siempre debe contener una vida de oración”. Y nos recordaba: “Jesús predicaba durante el día y de noche rezaba” (Cardenal Ratzinger y la Nueva Evangelización).

El ejemplo de la Madre Teresa de Calcuta

“Somos contemplativas, pues ‘rezamos’ nuestro trabajo ... Rezamos cuatro horas al día”, refirió la Madre Teresa de Calcuta en la última entrevista que tuvo con la prensa antes de pasar a la vida eterna. “Mientras más recibimos en la oración de silencio, más podemos dar en nuestra vida activa ... Necesitamos el silencio para poder llegar a las almas ... En la oración vocal nosotros hablamos a Dios. En la oración de silencio es El quien nos habla a nosotros ... En el silencio se nos otorga el privilegio de escuchar Su Voz”. Son frases de la Madre Teresa que explican cuál es el fundamento del ser “contemplativos”.

Esta unión con Cristo que mantiene viva la gracia de Dios en nosotros es indispensable para realizar cualquier actividad apostólica, ya que “nuestra actividad será verdaderamente apostólica en la medida en que dejamos que Dios sea quien trabaje en nosotros y a través de nosotros. Así, mientras más recibimos en la oración de silencio, más podemos dar en nuestra vida activa, en nuestra labor”. En esto consiste el “rezar” el trabajo de la Madre Teresa: no somos nosotros actuando; es Dios actuando a través nuestro.

Conclusión: Vemos entonces como, lejos de ser cuestiones contrapuestas, la acción, para ser fecunda, requiere del silencio de la oración. Así ha sido con los Santos. La Madre Teresa también lo vivió y lo enseñó. Asimismo, San Juan Pablo II, quien nos decía: “También hoy la oración debe ser cada vez más el medio primero y fundamental de la acción misionera en la Iglesia” porque “la auténtica oración, lejos de replegar al hombre sobre sí mismo o a la Iglesia sobre ella misma, le dispone a la misión, al verdadero apostolado” (San Juan Pablo II, 18/03/1996 y 04/10/1986).


Publicado originalmente por: Homilia.org