viernes, 30 de diciembre de 2011

Profetas Menores - Oseas


Oseas u Osee, profeta de las diez tribus del norte, como su contemporáneo Amós, vivió en el siglo VIII a. C., mientras Isaías y Miqueas profetizaban en Judá, es decir, bajo el reinado del rey Jeroboam II de Israel (783-743) y de los reyes Ocías (Amasías) (789-738), Joatán (738-736), Acaz (736-721) y Ezequías (721-693), reyes de Judá. Sus discursos proféticos se dirigen casi exclusivamente al reino de Israel (Efraím, Samaria), entonces poderoso y depravado, y sólo de paso a Judá. Son profecías duras, cargadas de terribles amenazas contra la idolatría, la desconfianza en El y la corrupción de costumbres y alternadas, por otra parte, con esplendorosas promesas (cf. 2, 14 ss.) y expresiones del más inefable amor (cf. 2, 23; 11, 8, etc.). El estilo es sucinto y lacónico, pero muy elocuente y patético y a la vez riquísimo en imágenes y simbolismos.
La primera parte (cap. 1-3) comprende dos acciones simbólicas que se refieren a la infidelidad del reino de Israel como esposa de Yahvé. La segunda (cap. 4-14) es una colección de cinco vaticinios (caps. 4, 5, 6, 7-12; 12-14) en que se anuncian los castigos contra el mismo reino y luego la purificación de la esposa adúltera, en la cual se despierta la esperanza en el Mesías y su glorioso reinado.
El sepulcro de Oseas se muestra en el monte Nebi Oscha, no lejos de es-Salt (Transjordania). El Eclesiástico hace de Oseas y de los otros Profetas Menores este significativo elogio: "Reverdezcan también en el lugar donde reposan, los huesos de los doce Profetas; porque ellos consolaron a Jacob, y lo confortaron con una esperanza cierta" (Ecli. 49, 12).
Si Amós es el profeta de la justicia, Oseas es el profeta del amor, reiterando siempre la imagen de Dios y el pueblo como un marido y su esposa, que termina siéndole infiel —los judíos—, metáfora característica en la prosa del profeta.
En este contexto, el "Dios celoso" se ve justificado porque su "mujer" lo engaña (con otros dioses falsos): un amor celestial encharcado por bajas pasiones humanas. Esta es la diferencia entre los dioses espurios y Yahvé: ellos aceptan compartir sus altares con otras deidades, pero el Señor no. Su amor es total y completo, pero exclusivo y absorbente.
Oseas, por lo tanto, no acepta el sincretismo, ni nuevas alianzas, ni amistad con otros credos. Los cultos idolátricos y las liturgias naturalistas quedan, a partir de este profeta, completamente fuera de la cuestión.
Al preguntarse por qué el judío no puede amar a Dios como este lo ama a él, Oseas responde que por causa de la comodidad material en que vive el pueblo. Es también, por ende, el profeta de la frugalidad y la pobreza. Mientras Israel vaga por el desierto, clama a Dios y le entrega su corazón, pero cuando está caliente y bien alimentado en su casa se desvía y adora figuras de animales. Cree que no necesita más del Señor; opina que se la pasará mejor sin él, pero está equivocado. Dios le quitará sus bienes físicos y lo pondrá de nuevo en el hambre y la suciedad para que recuerde el verdadero camino de la salvación y lo siga de una vez por todas. Finalmente, los israelitas despertarán de su estupefacción y experimentarán de nuevo la necesidad de acercarse al Señor Yahvéh.

lunes, 26 de diciembre de 2011

Profetas Menores

Amós, Oseas y Miqueas, contemporáneos de Isaías, anuncian la invasión asiria, como llamada de atención de Yahveh para que se restaure la Alianza. Sofonías, Nahum y Habacuc viven los años del final del dominio asirio y la ascensión del imperio babilónico, lo que debe llevar a una restauración nacional y a una reforma religiosa. Ageo, Zacarías, Malaquías, Abdías y Joel proclaman la euforia nacionalista, la restauración de las instituciones y la reconstrucción del templo tras el destierro babilónico. Baruc era el nombre del secretario de Jeremías en cuyo libro es manifiesto el interés por los exiliados. Por último, el libro de Jonás es una historia novelada o parábola, que proclama una apertura de la Alianza a todos los hombres, incluso a los paganos.

1. Ambiente histórico del siglo VIII (Amós, Oseas y Miqueas): período de prosperidad y riqueza en el Reino de Israel. Sin embargo, las riquezas se encuentran en manos de unos pocos, hay abusos abusos e injusticias sociales.

2. Ambiente histórico del siglo VII (Sofonías, Nahúm, Habacuc): Los asirios, egipcios y caldeos luchaban por tener la hegemonía del medio Oriente. Palestina caía en manos del primero que invadiese. El mal gobierno de los reyes de Judea atrajo sobre la nación la derrota, que se hizo definitiva con el asedio de Jerusalén en el año 587 a.C. y la deportación del Pueblo de Dios a Babilonia.

3. Ambiente histórico del siglo VI al siglo III: (Ageo, Zacarías, Malaquías, Abdías, Joel, Jonás). Después del imperio de Babilonia, vino el imperio persa, que sujetó a Babilonia y ensanchó su imperio, durante dos siglos. Ciro es el primero de sus jefes. Fue Ciro el que permitió a la cautivos de Babilonia volver a su patria. A Ciro le sucedió su hijo Cambises, tirano cruel, caprichoso y enfermo que se ganó el odio del pueblo y fue asesinado. Le sucedió Darío, que puso paz en todo el imperio. Durante el imperio de los persas, el Pueblo de Dios vuelve a su patria y se estabiliza en Palestina, ocupándose especialmente en la reconstrucción del templo y en la restauración de la fe de los padres, predicada por Esdras y Nehemías. Esta tarea fue facilitada por la política religiosa de los Persas, muy liberal y respetuosa de las creencias de los varios pueblos dominados.

Fuente: http://es.catholic.net

domingo, 20 de noviembre de 2011

Profetas Mayores - Baruc


El Libro de Baruc (también llamado de Baruk o Baruch) es un libro Bíblico del Antiguo Testamento, perteneciente al grupo de los Libros proféticos y dentro de ellos a los llamados "profetas menores" con base en la escasa extensión del texto. En las biblias católicas se encuentra ubicado entre Lamentaciones y Ezequiel.
Como carecemos del texto original hebreo de Baruc, se lo ha considerado deuterocanónico y se lo ha excluido de las biblias judías y protestante. Para los católicos, sin embargo, Baruc es inspirado y por lo tanto canónico.
En efecto, este libro sólo aparece en la Vulgata latina y en la versión griega de los LXX. En estas dos biblias, forma con Lamentaciones un apéndice conceptual al Libro de Jeremías.
El libro de Baruc existió primeramente como tres partes separadas e independientes que más tarde fueron reunidas y resultaron en el libro actual.
La pieza más antigua (dos poemas, Bar. 3:9-5:9) pertenecen al siglo III a. C. Ya en tiempos de los Macabeos, un último redactor añadió el prólogo y la parte final y atribuyó el todo al profeta Baruc, secretario y amanuense de Jeremías, lo que demuestra la influencia de este último en aquel tiempo y lugar.
La Septuaginta muestra separado el capítulo 6 de Baruc, que se llama "Carta de Jeremías" y en las biblias de ciertas religiones se encuentra como libro separado. La Vulgata, en cambio, la junta con el libro de Baruc y la numera como un capítulo más. La Carta de Jeremías es un discurso apologético contra la idolatría, y desarrolla aún más los conceptos estudiados por Jeremías e Isaías.[1] [2] A pesar de ser adoptado por la iglesia católica, Baruc hace una fuerte declaración en contra de la confección, adoración y fe en las imágenes hechas en maderas y revestidas de oro, plata y otros materiales. Esta costumbre la adquirió del pueblo de Babilonia que representaban deidades con imágenes hechas por manos de hombres (Baruc capítulo 6 ó Carta de Jeremías)
El texto fue escrito en el período Macabeo, pero no pueden establecerse mayores precisiones. Las cartas fueron reunidas en un sólo libro en el año 100 a. C.
El libro de Baruc está formado por las siguientes partes:
  1. Inscripción;
  2. Introducción narrativa (1:3-14);
  3. Plegarias (1:15-3:8);
  4. Primer poema (3:9-4:4); y
  5. Segundo poema (4:5-5:9).
Las plegarias, de carácter cultural, constituyen el canto de los exiliados. En ellas, el pueblo reconoce la manera espantosa en que ha pecado y solicita a Dios la liberación de sus sufrimientos.
El primer poema es de naturaleza didáctica: Israel ha de retornar a Yahveh para ser feliz o sucumbir entre daños y lamentos. El segundo está compuesto de cantos de consuelo y lamentación.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

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Profetas Mayores - Daniel


El Libro de Daniel es un libro bíblico del Antiguo Testamento y del Tanaj hebreo, que en las biblias cristianas se ubica entre los libros de Ezequiel y Oseas.
Es el sexto de los libros proféticos y se lo incluye —por los cristianos— entre los Profetas Mayores (de los cuales es el cuarto, luego de Isaías, Jeremías y Ezequiel).
Los judíos lo excluyen de los Profetas (Nevi'im) y lo colocan entre los Escritos (Ketuvim). Varias de sus partes son deuterocanónicas y solo las incluyen las biblias católicas.
 
El libro de Daniel fue escrito en tres lenguas diferentes:
  • Hebreo: (1:1-2, 4a y 8-12);
  • Arameo: (2, 4b, 7:1-28);
  • Griego: las partes deuterocanónicas mencionadas arriba.
El origen multilingüístico del libro ha sido confirmado por el hallazgo de los Manuscritos del Mar Muerto. Esta circunstancia es muy extraña, porque se produce a través de las dos partes del libro que, en cuanto al contenido, son completamente distintas. Hasta el día de hoy nadie ha conseguido explicar esta discordancia.
La primera parte del libro narra la historia del profeta Daniel, quien según el mismo libro, vivió en Babilonia como exiliado junto con el resto del pueblo hebreo en el siglo VI a. C. En esta parte se narran las vicisitudes de Daniel y otros tres compañeros por ser fieles a Dios, al contrario de lo mandado por Nabucodonosor II, rey de los babilonios. Igualmente se narra la sabiduría de Daniel al interpretar correctamente los sueños y visiones del rey. Por último, la primera parte también narra lo sucedido con Daniel cuando los babilonios fueron conquistados por los los medos, comandados por Darío el Medo, los cuales más tarde fueron sometidos por los Persas.
La segunda parte del libro históricamente puede referirse a lo sucedido en Medio Oriente (particularmente en el territorio de Palestina) cuando la Dinastía Ptolemaica y la Dinastía Seléucida peleaban por el territorio, y cuando Antíoco IV Epífanes intentó suprimir el culto judío en Jerusalén y reemplazarlo por un culto helenista.
Existen además relatos deuterocanónicos, cuyos originales sólo se conservan en griego, por lo que no todas las iglesias las aceptan como parte del canon bíblico. Estas secciones son:
  1. La oración de Azarías.
  2. El cántico de los tres jóvenes.- el canto que entonan dentro del horno los compañeros de Daniel.
  3. La historia de Susana.
  4. Daniel y los sacerdotes de Bel.
  5. Daniel y el Dragón.
Existe una fuerte disputa en cuanto a la fecha de escritura del libro. Se niega frecuentemente la fecha que el escritor sugiere puesto que de confirmarse, tendría que reconocerse que es un libro verdaderamente profético, debido a que profetiza sobre: Alejandro Magno, Roma y Ciro entre otros, para evitar esto se le fecha en la época de los macabeos entre 167 y 164 a.C. con lo que se anulan sus profecías.
Sin embargo, su profundo conocimiento de la fecha en la que escribe, como: el hecho de haber sido durante muchos siglos, el único libro que mencionó a Belsasar, el que supiera de la costumbre no helénica de hacer Banquetes con mujeres, su descripción de la personalidad de Nabucodonosor ahora arqueológicamente confirmada, entre muchos datos más, solo disponibles para un contemporáneo del Imperio Babilónico, hace creer en la posibilidad de su escritura para el año 536 a.C. [1] Además de las referencias de su contemporáneo Ezequiel.[2]

Pese a que existe la constancia que el libro de Daniel fue incorporado al canon hebreo en el siglo segundo a.C., la teoría más aceptada es que el libro fue compuesto antes de la muerte de Antíoco IV Epífanes entre 167 y 164 a. C., lo cual genera cierto desconcierto sobre cómo el libro fue creado e inmediatamente incluido en el canon, cuando tradicionalmente todos los libros canónicos ya tenían varios siglos escritos y que, principalmente, la mayor parte de éstos fueron escritos en el exilio en Babilonia, época en la que sucedieron los hechos que relata Daniel. Por otro lado, se tiene por seguro que no hubo anexiones al libro siglos después, por el hallazgo de los Manuscritos del Mar Muerto, que no las contienen.

Por otro lado, en el Nuevo testamento, el propio Jesucristo se refiriere al Libro de Daniel (Mateo 24:15), lo cual muestra que era un libro reconocido como inspirado por Dios y canónico para los judíos. Según esto, se puede deducir también que podría haberse completado tal y como se explica en el propio libro de Daniel supuestamente cuando Daniel residía exiliado en Babilonia, alrededor del año 539 a.C. Lo interesante de Daniel es que no fue considerado como profeta (Nevi'im) por los judíos sino como escritor (Ketuvim). Aunque claramente se le menciona en Mateo 24:15 como el "profeta Daniel". En los textos se menciona la venida de un conquistador, un mesías que destruiría la corrupción de los gobiernos humanos. En Daniel 2:44 se profetiza acerca del tiempo en el que Dios establecería un Reino, o gobierno, que destruiría todos los gobiernos existentes y subsistiría hasta tiempo indefinido (para siempre)". Evidentemente, en el Nuevo Testamento el autor evangélico trata de trazar un lazo o conexión con las profecías de Daniel cuando se describe al propio Jesucristo enseñando a sus discípulos a orar pidiendo a Dios "venga tu Reino y hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo".

Profetas Mayores - Ezequiel


En su libro, el profeta Ezequiel sostenía que había tenido esta visión.
El Libro de Ezequiel es un libro bíblico del Antiguo Testamento que forma parte de los libros proféticos. Para los judíos está en el Tanaj, entre los Nevi'im (‘Libros de los profetas’), en la Biblia protestante se ubica entre Lamentaciones y Daniel, y en la Biblia católica entre Baruc y Daniel.

Ezequiel, hijo de Buzí, de linaje sacerdotal, fue llevado cautivo a Babilonia junto con el rey Jeconías de Judá (597 a. C.) e internado en Tel-Abib a orillas del río Cobar. Cinco años después, a los treinta de su edad (cf. 1, 1), Dios lo llamó al cargo de profeta, que ejerció entre los desterrados durante 22 años, es decir, hasta el año 570 a. C.

A pesar de las calamidades del destierro, los cautivos no dejaban de abrigar falsas esperanzas, creyendo que el cautiverio terminaría pronto y que Dios no permitiría la destrucción de su Templo y de la Ciudad Santa (véase Jer. 7, 4 y nota). Había, además, falsos profetas que engañaban al pueblo prometiéndole en un futuro cercano el retorno al país de sus padres. Tanto mayor fue el desengaño de los infelices cuando llegó la noticia de la caída de Jerusalén. No pocos perdieron la fe y se entregaron a la desesperación.
La misión del Profeta Ezequiel consistió principalmente en combatir la idolatría, la corrupción por las malas costumbres, y las ideas erróneas acerca del pronto regreso a Jerusalén. Para consolarlos pinta el Profeta, con los más vivos y bellos colores, las esperanzas de la salud mesiánica.

Divídese el libro en un Prólogo, que relata el llamamiento del profeta (caps. 1-3), y tres partes principales. La primera (caps. 4-24) comprende las profecías acerca de la ruina de Jerusalén; la segunda (caps. 25-32), el castigo de los pueblos enemigos de Judá; la tercera (caps. 33-48), la restauración.
"Es notable la última sección del profeta (40-48) en que nos describe en forma verdaderamente geométrica la restauración de Israel después del cautiverio: el Templo, la ciudad, sus arrabales y la tierra toda de Palestina repartida por igual entre las doce tribus" (Nácar-Colunga).

Las profecías de Ezequiel descuellan por la riqueza de alegorías, imágenes y acciones simbólicas de tal manera, que S. Jerónimo las llama "mar de la palabra divina" y "laberinto de los secretos de Dios".
Ezequiel, según tradición judía, murió mártir.

Ezequiel: Cinco partes:
  Vocación y misión del profeta (cap. 1-3)
  Oráculos de condenación contra Jerusalén (cap. 4-24)
  Oráculos contra las naciones (cap. 25-32)
  Mensaje de esperanza (cap. 33-39)
  Visión sobre el templo y la tierra (cap. 40-48)