viernes, 23 de marzo de 2012

Importancia del Sacramento de la reconciliación


Extractos seleccionados por el P. Antonio Gonzalez Callizo, S.J.


Principales dimensiones de este gran Sacramento

“El primer dato fundamental se nos ofrece en los Libros Santos del Antiguo y Nuevo Testamento sobre la misericordia del Señor y su perdón”.


“En la plenitud de los tiempos, el Hijo de Dios, vinivendo como el Cordero que quita y carga sobre sí el pecado del mundo, aparece como el que tiene el poder tanto de juzgar como el de perdonar los pecados, y que ha venido no para condenar, sino para perdonar y salvar”.


“Ahora bien, este poder de perdonar los pecados Jesús lo confiere, mediante el Espíritu Santo, a simples hombres, sujetos ellos mismos a la insidia del pecado, es decir a sus Apóstoles: Recibid del Espíritu Santo; a quienes perdonéis los pecadosles quedan perdonados y a quienes se los retuviereis, les serán retenidos”. Jesús confirió tal poder a los Apóstoles incluso como transmisible –así lo ha entendido la Iglesia desde sus comienzos– a sus sucesores, investidos por los mimos Apóstoles de la misión y la responsabilidad de continuar su obra de anunciadores del Evangelio y ministros de la obra redentora de Cristo”.


“Aquí se revela en toda su grandeza la figura del ministro del sacramento de la Penitencia, llamado por costumbre antiquísima, el confesor”.


“Como en el altar donde celebra la Eucaristía y como en cada uno de los Sacramentos, el Sacerdote, ministro de la Penitencia, actúa in persona Christi (como Cristo en persona). Cristo, a quién él hace presente, y por su medio realiza el misterio de la remisión de los pecados, es el que aparece como hermano del hombre, pontífice misericordioso, fiel y compasivo, pastor decidido a buscar la oveja perdida, médico que cura y conforta, maestro único que enseña la verdad e indica los caminos de Dios, juez de los vivos y de los muertos, que juzga según la verdad y no según las apariencias” (Juan Pablo II, Reconciliatio et paenitentia, n. 29)


“El Beato Isaac de Estrella subraya en un discurso la plena comunión de Cristo con su Iglesia en la remisión de los pecados. “Nada puede perdonar la Iglesia sin Cristo y Cristo no quiere perdonar nada sin la Iglesia. Nada puede perdonar la Iglesia sino a quien es penitente, es decir a quien Cristo ha tocado con su gracia; Cristo nada quiere considerar como perdonado a quien desprecia a la Iglesia” (Nota 162, del mismo n. 29)


“… sobre la esencia del Sacramento ha quedado siempre sólida e inmutable en la conciencia de la Iglesia la certeza de que, por voluntad de Cristo, el perdón es ofrecido a cada uno por medio de la absolución sacramental, dada por los ministros de la Penitencia; es una certeza reafirmada con particular vigor tanto por el Concilio de Trento, como por el Concilio Vaticano II: “Quienes se acercan al sacramento de la penitencia obtienen de la misericordia de Dios el perdón de la ofensa hecha a Él y al mismo tiempo se reconcilian con la Iglesia, a la que hirieron pecando, y que colabora a su conversión con la caridad, con el ejemplo y las oraciones”. (Lumen gentium, 11). Y como dato esencial de fe sobre el valor y la finalidad de la Penitencia se debe afirmar que Nuestro Salvador Jesucristo instituyó en su Iglesia el Sacramento de la Penitencia, para que los fieles caídos en pecado después del Bautismo recibieran la gracia y la reconciliación con Dios”. (Juan Pablo II, Reconciliatio et paenitentia, n. 30)

Fuente:http://formacionpastoralparalaicos.blogspot.com

martes, 20 de marzo de 2012

¿Por qué ir a Misa el domingo?


Extractos del documento escrito por el Pbro. Dr. Eduardo Volpacchio
Este artículo es una respuesta para aquellos que desean encontrar el sentido de la Santa Misa, y un estímulo para quienes la Eucaristía es el centro de su vida espiritual.
¿Para quién son estas líneas?
Posiblemente usted pertenece a una de estas tres categorías de personas:
a.     Católico que iba a Misa con sus padres cuando era chico y un día durante la adolescencia dejó de ir.
b.    Católico que nunca fue a Misa de modo constante. Quizá ni siquiera sabía de la obligación de asistir todos los domingos. Le parece hasta curioso o exagerado que la Iglesia pretenda esa práctica para todos.
c.     Católico que va a Misa y, siguiendo el llamado del Papa, quiere ayudar a muchos a volver a sentir la necesidad de esta práctica tan esencial de la vida cristiana. Es consciente de que si cada católico consiguiera por año que un católico no practicante volviera a la práctica de los Sacramentos, haríamos una verdadera revolución en la Iglesia.
             Los motivos básicos para ir a Misa
 Sentando la base de que casi siempre el comenzar a faltar a Misa el domingo responde a una actitud caprichosa, a la que es muy difícil refutar -precisamente por su falta de racionalidad- describo unas consideraciones sobre el precepto dominical y la importancia de la Misa en la vida de un cristiano.
1.    Primariamente hay que considerar que a Misa se va a dar, no a recibir: Se recibe mucho, pero no se va por motivos egoístas, ni comerciales una especie de intercambio con Dios: mi atención y dedicación de tiempo a cambio de ciertos gustos, bienes, ya sea espirituales o materiales, temporales o eternos. Este primer punto desvaloriza de raíz todos los motivos para no ir basados en una línea egoísta de pensamiento: me aburro, no siento nada, no tengo tiempo, estoy cansado, etc.
2.    Porque Dios es su Creador y debe dedicarle un tiempo semanal a El: Es la manifestación de vivir centrado en Dios y en la salvación: vivir el año centrado en la Pascua; la semana, en el domingo; el domingo, en la Misa. No importa cuánto se aburra, su Creador ha dispuesto que un día de la semana sea para El: "Acuérdate de santificar el día sábado. Los seis días de la semana trabajarás y harás todas tus labores. Mas el séptimo es sábado, consagrado al Señor tu Dios" (Éxodo 20,8-10).
3.    Porque como miembro de la familia de Dios, se debe rendir culto a Dios de acuerdo a su naturaleza, junto a sus hermanos: Esto exige que el culto a Dios no sólo sea interior sino también exterior (que los demás vean su fe) y comunitario (dar culto unido a sus hermanos). Es decir, que se reúna con otros para adorar juntos a Dios.
4.    Porque hay que obedecer a la Iglesia: No es cuestión de un capricho del Papa, sino de una necesidad. En el siglo IV, la Iglesia se vio obligada a imponer este precepto para garantizar a sus fieles el mínimo de vida eucarística que necesitan.
5.    Porque si no se va. Se comete un pecado mortal: Hay un precepto que obliga a los bautizados a asistir a Misa los domingos y fiestas. Es una obligación grave, de manera que su incumplimiento es una falta grave.
6.    Porque necesita de la Eucaristía para vivir una vida realmente cristiana: Es una necesidad vital, de manera que sin la Eucaristía semanal, no te darían las fuerzas espirituales para vivir como un hijo de Dios.
7.    Porque sin la Eucaristía no tendría acceso a la vida eterna: Jesús no dejó lugar a dudas: "Yo soy el pan vivo bajado del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre"; "en verdad os digo, si no coméis la carne del Hijo de Dios y no bebéis su sangre no tendréis vida en vosotros"; "el que come mi cuerpo y bebe mi sangre tiene vida eterna" (cfr. Juan 6,30-58)
8.    Porque Jesús le invita a su mesa y sacrificio: El lo mandó explícitamente a sus discípulos al instituir la Eucaristía: "Haced esto en memoria mía". Asistir a Misa no es más que cumplir este mandato del Señor. Y no es sólo una memoria histórica, es una memoria que lo hace presente.
9.    Porque viviendo en una sociedad que en muchos aspectos no es cristiana, la Misa es la primera manera de defender, robustecer y manifestar nuestra fe: Es necesaria para "proteger" tu espíritu del materialismo sofocante que nos rodea: que tu espíritu pueda al menos una vez a la semana "respirar" un aire espiritual. Además es el primer testimonio cristiano: los demás necesitan tu ejemplo. ¿Te das cuenta qué testimonio de fe da a los que no creen… quien dice creer y muestra no valorar lo que cree?
10.  Porque es mucho mejor ir que no ir: Puede parecer tonto… pero para quien aspira a lo mejor… alcanzaría solo este motivo. Yo no creo que haya un plan más santo y santificante para el domingo.
Excusas comunes para no ir a Misa
1.    Pereza: "Prefiero quedarme durmiendo". En realidad los motivos que siguen son sólo excusas para cubrir este primero. No parece que sea un motivo muy racional, meritorio o valioso.
2.    No tengo ganas/No me nace: ¿Desde cuándo las ganas son ley que hay que obedecer? ¿Es que las ganas son más importantes que la voluntad de Dios? Además a Misa no se va porque nos guste, sino para agradar a Dios. Se va a Misa a honrar a Dios y no a honrarse a sí mismo.
3.    Me aburro: La acusación más frecuente contra la Misa es que es aburrida. Refleja bastante superficialidad, ya que a Misa no vamos para divertirnos… Y es un problema personal, en cuanto que no parece que Dios sea aburrido -es la perfección absoluta-. Además si tanta gente va a Misa con gusto, algunos incluso todos los días… será que algo le ven.
4.    Es siempre lo mismo: Si se tratara de una obra de teatro o de una película, estaría absolutamente de acuerdo. Pero no es una representación teatral… Es algo vivo, que pasa ahora. No se es un espectador. Se es partícipe y actor.
5.    Desinterés: Las cosas de Dios no me interesan. Si Dios le resbala, está en problemas. Habrá que ver cómo solucionar la falta de apetencia de lo divino.
6.    No tengo tiempo: No parece que lo que le pide Dios (1 de las 168 horas de la semana) sea una pretensión excesiva. En concreto, quien os ha creado, os mantiene en el ser y os da lo que os queda de vida.
7.    Otros planes mejores: No parece que a Dios le interese competir con el fútbol, hockey, cine… No se olvide que el primer mandamiento es "amar a Dios sobre todas las cosas"… Si tiene otros planes que le importan más que Dios… quizá el problema más que en el tercer mandamiento está antes en el primero…
8.    Tengo dudas de fe: La fe es un don de Dios, el cual hay que pedirlo. Alejarse de Dios dejando de ir a Misa, no parece el mejor método para resolver dudas. La frecuencia de sacramentos confesión y comunión es la más efectiva manera de aumentar la fe.
9.    Estoy peleado con Dios: "Hubo algo que pasó en mi vida (la muerte de un ser muy querido, un fracaso muy doloroso, una enfermedad… o cualquier otra tragedia) que me hizo enojar con Dios: si El me hace esto… ¿por qué yo voy a ir a Misa? Es la manera de mostrarle a Dios mi disconformidad con la forma de tratarme". Hay quienes dejan de ir a Misa como una manera de vengarse de Dios. Pero, en los momentos de dolor ¿no será mejor refugiarnos en Dios y buscar su fortaleza más que reaccionar como un chiquito caprichoso de tres años?
10.  "Hay gente que va y después se porta mal": "Yo no quiero ser como ellos". "Además, hay otros que no van, y son buenos". Es evidente que ir a Misa sólo no basta. Pero, no se puede mezclar la física nuclear con el dulce de leche, ya que las dos cosas no tienen nada que ver.
11.  No me he confesado y entonces no puedo comulgar: No es necesario comulgar, ni hay ninguna obligación de hacerlo. No comulgar no es pecado; no ir a Misa, sí. Además el problema se solucionaría bastante fácilmente con una breve confesión…
12.  Llevarle la contraria a mis padres: Ofender a Dios para hacer sufrir a tus padres no parece una actitud muy inteligente…
13.  El cura me cae mal: No se va a Misa para darle gusto al padre, ni para hacerle un favor. El no gana ni pierde nada con su asistencia o ausencia. El que gana o pierde, es usted. Además… estoy seguro de que la ciudad en que vive es lo suficientemente grande como para que pueda encontrar alguno que le caiga más simpático...

         Fuente: http://www.lafamilia.info/

martes, 6 de marzo de 2012

Cómo vivir la Cuaresma


1. Arrepintiéndome de mis pecados y confesándome.
Pensar en qué he ofendido a Dios, Nuestro Señor, si me duele haberlo ofendido, si realmente estoy arrepentido. Éste es un muy buen momento del año para llevar a cabo una confesión preparada y de corazón. Revisa los mandamientos de Dios y de la Iglesia para poder hacer una buena confesión. Ayúdate de un libro para estructurar tu confesión. Busca el tiempo para llevarla a cabo.

2. Luchando por cambiar.
Analiza tu conducta para conocer en qué estás fallando. Hazte propósitos para cumplir día con día y revisa en la noche si lo lograste. Recuerda no ponerte demasiados porque te va a ser muy difícil cumplirlos todos. Hay que subir las escaleras de un escalón en un escalón, no se puede subir toda de un brinco. Conoce cuál es tu defecto dominante y haz un plan para luchar contra éste. Tu plan debe ser realista, práctico y concreto para poderlo cumplir.

3. Haciendo sacrificios.
La palabra sacrificio viene del latín sacrum-facere, que significa "hacer sagrado". Entonces, hacer un sacrificio es hacer una cosa sagrada, es decir, ofrecerla a Dios por amor. Hacer sacrificio es ofrecer a Dios, porque lo amas, cosas que te cuestan trabajo. Por ejemplo, ser amable con el vecino que no te simpatiza o ayudar a otro en su trabajo. A cada uno de nosotros hay algo que nos cuesta trabajo hacer en la vida de todos los días. Si esto se lo ofrecemos a Dios por amor, estamos haciendo sacrificio.

4. Haciendo oración.
Aprovecha estos días para orar, para platicar con Dios, para decirle que lo quieres y que quieres estar con Él. Te puedes ayudar de un buen libro de meditación para Cuaresma. Puedes leer en la Biblia pasajes relacionados con la Cuaresma.

Fuente: Aciprensa