Durante
este tiempo especial de purificación, contamos con una serie de medios
concretos que la Iglesia nos propone y que nos ayudan a vivir la dinámica
cuaresmal.
Ante
todo, la vida de oración, condición indispensable para el
encuentro con Dios. En la oración, si el creyente ingresa en el diálogo íntimo
con el Señor, deja que la gracia divina penetre su corazón y, a semejanza de
Santa María, se abre la oración del Espíritu cooperando a ella con su respuesta
libre y generosa (ver Lc 1,38).
Asimismo,
también debemos intensificar la escucha y la meditación atenta a la Palabra de
Dios, la asistencia frecuente al Sacramento de la Reconciliación y la Eucaristía,
lo mismo la práctica del ayuno, según las posibilidades de cada uno.
La mortificación
y la renuncia en las circunstancias ordinarias de nuestra vida, también
constituyen un medio concreto para vivir el espíritu de Cuaresma. No se trata
tanto de crear ocasiones extraordinarias, sino más bien, de saber ofrecer
aquellas circunstancias cotidianas que nos son molestas, de aceptar con
humildad, gozo y alegría, los distintos contratiempos que se nos presentan a
diario. De la misma manera, el saber renunciar a ciertas cosas legítimas nos
ayuda a vivir el desapego y desprendimiento.
De entre
las distintas prácticas cuaresmales que nos propone la Iglesia, Ia vivencia de
Ia caridad ocupa un lugar especial. Así nos lo recuerda San León Magno: "Estos días cuaresmales nos invitan de
manera apremiante al ejercicio de Ia caridad; si deseamos Ilegar a la Pascua santificados en nuestro ser, debemos poner
un interés especialisimo en la adquisición de esta virtud, que contiene en si a
las demás y cubre multitud de pecados".
Esta
vivencia de la caridad debemos vivirla de manera especial con aquél a quien
tenemos más cerca, en el ambiente concreto en el que nos movemos. Así, vamos
construyendo en el otro "el bien más precioso y efectivo, que es el de Ia
coherencia con la propia vocación cristiana" (Juan Pablo II).
Cómo vivir la Cuaresma
1. Arrepintiéndome de mis pecados y confesándome.
Pensar en
qué he ofendido a Dios, Nuestro Señor, si me duele haberlo ofendido, si
realmente estoy arrepentido. Éste es un muy buen momento del año para llevar a
cabo una confesión preparada y de corazón. Revisa los mandamientos de Dios y de
la Iglesia para poder hacer una buena confesión. Ayúdate de un libro para
estructurar tu confesión. Busca el tiempo para llevarla a cabo.
2. Luchando por cambiar.
Analiza
tu conducta para conocer en qué estás fallando. Hazte propósitos para cumplir
día con día y revisa en la noche si lo lograste. Recuerda no ponerte demasiados
porque te va a ser muy difícil cumplirlos todos. Hay que subir las escaleras de
un escalón en un escalón, no se puede subir toda de un brinco. Conoce cuál es
tu defecto dominante y haz un plan para luchar contra éste. Tu plan debe ser realista,
práctico y concreto para poderlo cumplir.
3. Haciendo sacrificios.
La
palabra sacrificio viene del latín sacrum-facere, que significa "hacer
sagrado". Entonces, hacer un sacrificio es hacer una cosa sagrada, es
decir, ofrecerla a Dios por amor. Hacer sacrificio es ofrecer a Dios, porque lo
amas, cosas que te cuestan trabajo. Por ejemplo, ser amable con el vecino que
no te simpatiza o ayudar a otro en su trabajo. A cada uno de nosotros hay algo
que nos cuesta trabajo hacer en la vida de todos los días. Si esto se lo
ofrecemos a Dios por amor, estamos haciendo sacrificio.
4. Haciendo oración.
Aprovecha
estos días para orar, para platicar con Dios, para decirle que lo quieres y que
quieres estar con Él. Te puedes ayudar de un buen libro de meditación para
Cuaresma. Puedes leer en la Biblia pasajes relacionados con la Cuaresma.
Fuente
ACIPRENSA
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