El Domingo de Ramos abre solemnemente la Semana Santa, con el recuerdo de
las Palmas y de la pasión, de la entrada de Jesús en Jerusalén y la liturgia de
la palabra que evoca la Pasión del Señor en el Evangelio
de San Marcos.
En este día, se entrecruzan las dos tradiciones litúrgicas que han dado
origen a esta celebración: la alegre, multitudinaria, festiva liturgia de la
iglesia madre de la ciudad santa, que se convierte en mimesis, imitación de los
que Jesús hizo en Jerusalén, y la austera memoria - anamnesis - de la pasión
que marcaba la liturgia de Roma. Liturgia de Jerusalén y de Roma, juntas en
nuestra celebración. Con una evocación que no puede dejar de ser actualizada.
Vamos con el pensamiento a Jerusalén, subimos al Monte de los olivos para
recalar en la capilla de Betfagé, que nos recuerda el gesto de Jesús, gesto
profético, que entra como Rey pacífico, Mesías aclamado primero y condenado
después, para cumplir en todo las profecías. .
Por un momento la gente revivió la esperanza de tener ya consigo, de forma
abierta y sin subterfugios aquel que venía en el nombre del Señor. Al menos así
lo entendieron los más sencillos, los discípulos y gente que acompañó a Jesús,
como un Rey.
San Lucas no habla de olivos ni palmas, sino de gente que iba alfombrando el
camino con sus vestidos, como se recibe a un Rey, gente que gritaba:
"Bendito el que viene como Rey en nombre del Señor. Paz en el cielo y
gloria en lo alto".
Palabras con una extraña evocación de las mismas que anunciaron el
nacimiento del Señor en Belén a los más humildes. Jerusalén, desde el siglo IV,
en el esplendor de su vida litúrgica celebraba este momento con una procesión
multitudinaria. Y la cosa gustó tanto a los peregrinos que occidente dejó
plasmada en esta procesión de ramos una de las más bellas celebraciones de la
Semana Santa.
Con la liturgia de Roma, por otro lado, entramos en la Pasión y anticipamos
la proclamación del misterio, con un gran contraste entre el camino triunfante
del Cristo del Domingo de Ramos y el Viacrucis de los
días santos.
Sin embargo, son las últimas palabras de Jesús en el madero la nueva semilla
que debe empujar el remo evangelizador de la Iglesia en el mundo.
"Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". Este es el
evangelio, esta la nueva noticia, el contenido de la nueva evangelización.
Desde una paradoja este mundo que parece tan autónomo, necesita que se le
anuncie el misterio de la debilidad de nuestro Dios en la que se demuestra el
culmen de su amor. Como lo anunciaron los primeros cristianos con estas
narraciones largas y detallistas de la pasión de Jesús.
Era el anuncio del amor de un Dios que baja con nosotros hasta el abismo de
lo que no tiene sentido, del pecado y de la muerte, del absurdo grito de Jesús
en su abandono y en su confianza extrema. Era un anuncio al mundo pagano tanto
más realista cuanto con él se podía medir la fuerza de la Resurrección.
La liturgia de las palmas anticipa en este domingo, llamado pascua florida,
el triunfo de la resurrección; mientras que la lectura de la Pasión nos invita
a entrar conscientemente en la Semana Santa de la Pasión gloriosa y amorosa de
Cristo el Señor.
Fuente: http://www.aciprensa.com
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