En algunos lugares, en cuanto se acerca la Pascua, las
imágenes de las iglesias se cubren con un velo. ¿De dónde viene esta costumbre
y qué significa?
¿De dónde viene la
costumbre católica de tapar las imágenes sagradas durante el tiempo litúrgico
de la Cuaresma?
La respuesta a esa pregunta se encuentra en
la riquísima arquitectura litúrgica de la Iglesia. En primer lugar, no es
verdad que las imágenes se tapen durante toda la Cuaresma, sino solamente en
los días que preceden a la Pasión del Señor, más exactamente a partir del 5º
Domingo de Cuaresma.
A diferencia del Misal Romano de 1962, las
ediciones del Misal de Pablo VI no prevén ya la obligatoriedad de esa práctica
(cf. Paschalis
Sollemnitatis, n.
26).
Toca a las conferencias episcopales discernir
la oportunidad de mantener o no esa costumbre en cada región, dependiendo de la
recepción cultural.
Pero más importante que las normas es
comprender su significado. Al tapar el crucifijo, hasta el Viernes
Santo, y las imágenes de los santos, hasta la Vigilia Pascal, la Iglesia
anticipa el luto por la muerte de su Señor.
El enfoque de las lecturas es también
distinto: en las primeras semanas de la Cuaresma, los textos litúrgicos llaman
sobre todo a la penitencia y a la conversión personales.
A partir de la 5.ª semana de Cuaresma — que,
en el calendario antiguo, se llamaba simplemente 1º Domingo de Pasión —, los
fieles empiezan a escuchar las narraciones del Evangelio de San Juan, que
invitan a mirar a Jesús crucificado, no tanto con los ojos de la carne, sino
más bien con los del alma.
En su pedagogía de madre, por tanto, la
Iglesia introduce los fieles en un misterio: el Viernes Santo, la cruz es
desvelada de nuevo y ofrecida a la adoración de los fieles.
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