Por: Fr. Carlos Lledó López O.P. | Fuente: Cofradiarosario.net
María es Madre del perdón en el amor, y del amor en el
perdón. Brota del amor misericordioso de Cristo y María está al servicio de la
Misericordia de Cristo. Es lo que recordamos y vivimos en el Rosario.
Cristo es el eterno amor misericordioso
Porque contempla la situación de la humanidad por el
pecado original y ofrece la única solución posible: la redención centrada en la
Pasión y muerte.
La misericordia es la constante de la vida de
Jesucristo. Al paralítico le ofrece la solución de alma y de cuerpo: “Confía,
hijo: tus pecados te son perdonados”(Mt.9,2). Igualmente a la mujer hemorroísa:
“Hija, ten confianza; tu fe te ha sanado. Y quedó sana la mujer desde aquel
momento” (Mt.9,22) En la Cruz nos ofrece la gran solución: “Padre, perdónalos
porque no saben lo que hacen (Lc.23,34) y abre las puertas del Cielo al buen
ladrón suplicante: Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc.23, 40-44).
María, objeto preferencial de
misericordia
María diciendo orden al pecado original,
no lo contrae de hecho porque es objeto preferencial de la misericordia de
Cristo. Por ello, es privilegiada y excepcionalmente redimida. Es la Inmaculada
Concepción.
María, objeto preferencial de la
misericordia de Cristo, es también la llena de gracia, de toda la gracia que
necesita para ser la Madre de Dios, Madre-Virgen.
Entonces... ¿Por qué
María es madre de misericordia?
Tan sencillo como el hecho de que es la
Madre de Cristo, quien es el manantial divino de la eterna misericordia. María
es Madre de la misericordia desde el misterio de la Encarnación, la gran
misericordia del Verbo que se hace hombre al calor del corazón de María por
obra del Espíritu Santo.
María es Madre de Misericordia
proyectando su amor sobre Cristo en la cruz con ternura de madre. Lo sigue
proyectando sobre la Iglesia, Cuerpo de Cristo y por lo tanto, sobre nosotros,
pecadores.
María es Madre de Misericordia que
perdona a Pedro que niega su Hijo, también a Judas el traidor y a los que
crucifican a Cristo. Pienso que Ella repite con su Hijo: “Padre, perdónalos…”
María nos ofrece la Misericordia de Cristo y nos orienta hacia Él.
María es camino del perdón. Por eso, nos
conduce al Confesionario, a la Eucaristía... El Rosario es camino de oración
para alcanzar la misericordia de Cristo y experimentar el amor misericordioso
de la Madre.
En María triunfa la Misericordia. Por eso, es
privilegiadamente asunta al Cielo en cuerpo y alma, y coronada Reina y Madre de
Misericordia.
*San Juan Pablo II nos dejó una gran
enseñanza sobre Maria Madre de misericordia, en la Encíclica "Veritaris
Splendor" aquí un pequeño extracto:
"El privilegio especial que Dios
otorgó a la toda santa nos lleva a admirar las maravillas realizadas por la
gracia en su vida. Y nos recuerda también que María fue siempre toda del Señor,
y que ninguna imperfección disminuyó la perfecta armonía entre ella y Dios. Su
vida terrena, por tanto, se caracterizó por el desarrollo constante y sublime
de la fe, la esperanza y la caridad. Por ello, María es para los
creyentes signo luminoso de la Misericordia divina y guía segura hacia
las altas metas de la perfección evangélica y la santidad.
María es Madre de
Misericordia porque Jesucristo, su Hijo, es enviado por el Padre como
revelación de la Misericordia de Dios (cf. Jn 3,
16-18). El ha venido no para condenar sino para perdonar, para derramar
misericordia (cf. Mt 9, 13). Y la misericordia más grande radica en su estar en
medio de nosotros y en la llamada que nos ha dirigido para encontrarlo y
proclamarlo, junto con Pedro, como «el Hijo de Dios vivo» (Mt 16, 16). Ningún
pecado del hombre puede cancelar la Misericordia de Dios, ni impedirle poner en
acto toda su fuerza victoriosa, con tal de que la invoquemos. Más aún, el mismo
pecado hace resplandecer con mayor fuerza el amor del Padre que, para rescatar
al esclavo, ha sacrificado a su Hijo: Su misericordia para nosotros es
redención. Esta misericordia alcanza la plenitud con el don del Espíritu Santo,
que genera y exige la vida nueva. Por numerosos y grandes que sean los
obstáculos opuestos por la fragilidad y el pecado del hombre, el Espíritu, que
renueva la faz de la tierra (cf. Sal 104 [103], 30), posibilita el milagro del
cumplimiento perfecto del bien. Esta renovación, que capacita para hacer lo que
es bueno, noble, bello, grato a Dios y conforme a su voluntad, es en cierto
sentido el colofón del don de la misericordia, que libera de la esclavitud del
mal y da la fuerza para no pecar más. Mediante el don de la vida nueva, Jesús
nos hace partícipes de su amor y nos conduce al Padre en el Espíritu."
Aplicación
Nos acogemos a la misericordia maternal de María en
nuestra debilidad, con el Rosario en el corazón, en los labios y en las manos.
El Rosario marca el camino de la misericordia y lo aplica. Recemos el Rosario.