1. Proviene de la palabra griega que significa
"quincuagésimo" (pentecoste)
La razón es que Pentecostés es el
quincuagésimo día (en griego, pentecoste
hemera) después del Domingo de Pascua (en el calendario cristiano).
Este nombre se empezó a usar en el período
tardío del Antiguo Testamento y fue heredado por los autores del Nuevo
Testamento.
2. Esta festividad tiene otros nombres
La fiesta de las semanas, la fiesta de la
cosecha o el día de los primeros frutos, son algunos.
Hoy en día en los círculos judíos se le
conoce como Shavu`ot (en hebreo, "semanas"). Además, se le conoce con
diferentes nombres en varios idiomas.
En los países de habla inglesa también se le
ha conocido como "Whitsunday" (Domingo Blanco), nombre que se deriva
probablemente de las prendas blancas de los recién bautizados.
3. Pentecostés fue otro tipo de fiesta en el Antiguo
Testamento
Fue un festival para la cosecha y significaba
que esta estaba llegando a su fin. Deuteronomio 16 dice:
“Luego contarás siete semanas; las contarás
desde el día en que comiences a cortar el trigo. Entonces celebrarás la fiesta
de las Siete Semanas a Yahvé, tu Dios, haciéndole ofrendas voluntarias según lo
que hayas cosechado por la gracia de Yahvé, tu Dios”. (Dt. 16:9-10)
4. En el Nuevo Testamento representa el
cumplimiento de la promesa de Cristo
Representa el cumplimiento de la promesa de
Cristo al final del Evangelio de San Lucas:
“Les dijo: ‘Todo esto estaba escrito: los
padecimientos del Mesías y su resurrección de entre los muertos al tercer día.
Luego debe proclamarse en su nombre el arrepentimiento y el perdón de los
pecados, comenzando por Jerusalén, y yendo después a todas las naciones,
invitándolas a que se conviertan. Ustedes son testigos de todo esto. Ahora yo
voy a enviar sobre ustedes lo que mi Padre prometió. Permanezcan, pues, en la
ciudad hasta que sean revestidos de la fuerza que viene de arriba’”. (Lc.
24:46-49)
5. El Espíritu Santo tiene diferentes símbolos en el
Nuevo Testamento
Hechos 2 recuerda:
“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban
todos reunidos en el mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido, como el
de una violenta
ráfaga de viento, que llenó toda la casa donde estaban, y aparecieron
unas lenguas como
de fuego que se repartieron y fueron posándose sobre cada
uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en
otras lenguas, según el Espíritu les concedía que se expresaran”.
Este pasaje contiene dos símbolos del
Espíritu Santo y su actividad: el viento y el fuego.
El viento es un símbolo básico del Espíritu
Santo; la palabra griega que significa "Espíritu" (Pneuma) también
significa "viento" y "aliento". Aunque el término usado
para "viento" en este pasaje es pnoe (un término relacionado con
pneuma), al lector se le da a entender la conexión entre el viento fuerte y el
Espíritu Santo.
En relación
al símbolo del fuego el Catecismo señala:
Mientras que el agua significaba el
nacimiento y la fecundidad de la vida dada en el Espíritu Santo, el fuego
simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu Santo. El profeta
Elías que “surgió […] como el fuego y cuya palabra abrasaba como antorcha” (Si
48, 1), con su oración, atrajo el fuego del cielo sobre el sacrificio del monte
Carmelo (cf. 1 R 18, 38-39), figura del fuego del Espíritu Santo que transforma
lo que toca. Juan Bautista, “que precede al Señor con el espíritu y el poder de
Elías” (Lc 1, 17), anuncia a Cristo como el que “bautizará en el Espíritu Santo
y el fuego” (Lc 3, 16), Espíritu del cual Jesús dirá: “He venido a traer fuego
sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviese encendido!” (Lc 12, 49). En
forma de lenguas “como de fuego” se posó el Espíritu Santo sobre los discípulos
la mañana de Pentecostés y los llenó de él (Hch 2, 3-4). La tradición
espiritual conservará este simbolismo del fuego como uno de los más expresivos
de la acción del Espíritu Santo (cf. San Juan de la Cruz, Llama de amor viva).
“No extingáis el Espíritu” (1 Ts 5, 19). (CIC 696)
6. Existe una conexión entre las "lenguas" de
fuego y el hablar en otras "lenguas"
Sí. En ambos casos la palabra griega para "lenguas" es la misma
(glossai), y el lector está destinado a entender la conexión.
La palabra "lengua" se utiliza para
significar tanto una “llama (fuego)” como “lenguaje”.
Las "lenguas como de fuego" que se
distribuyen y se almacenan sobre los discípulos, provocan que empiecen a hablar
milagrosamente en "otras lenguas" (es decir, los idiomas)
Ese es el resultado de la acción del Espíritu
Santo, representado por el fuego.
7. El Espíritu Santo es
Dios
Según el Catecismo de la Iglesia Católica, el
Espíritu Santo es la "Tercera Persona de la Santísima Trinidad". Es
decir, habiendo un sólo Dios, existen en Él tres personas distintas: Padre, Hijo
y Espíritu Santo. Esta verdad ha sido revelada por Jesús en su Evangelio.
El Espíritu Santo
coopera con el Padre y el Hijo desde el comienzo de la historia hasta su
consumación, pero es en los últimos tiempos, inaugurados con la Encarnación,
cuando el Espíritu se revela y nos es dado, cuando es reconocido y acogido como
persona. El Señor Jesús nos lo presenta y se refiere a Él no como una potencia
impersonal, sino como una Persona diferente, con un obrar propio y un carácter
personal.
8. Pentecostés significa participar de la vida divina de
Cristo y ser testigos
La solemnidad de Pentecostés es una de las
más importantes en el calendario de la Iglesia y contiene una rica profundidad
de significado. De esta forma lo resumió Benedicto XVI el 27 de mayo del 2012:
“Esta solemnidad nos hace recordar y revivir
la efusión del Espíritu Santo sobre los Apóstoles y los demás discípulos,
reunidos en oración con la Virgen María en el Cenáculo (cf. Hch 2, 1-11).
Jesús, después de resucitar y subir al cielo, envía a la Iglesia su Espíritu
para que cada cristiano pueda participar en su misma vida divina y se convierta
en su testigo en el mundo. El Espíritu Santo, irrumpiendo en la historia,
derrota su aridez, abre los corazones a la esperanza, estimula y favorece en
nosotros la maduración interior en la relación con Dios y con el prójimo”.
Traducido por y adaptado por Diego López
Marina. Publicado originalmente en National Catholic Register.
Aci Prensa
No hay comentarios:
Publicar un comentario