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martes, 21 de enero de 2014
Nuestra Señora de la Altagracia
jueves, 9 de enero de 2014
El Tren de la Vida
Hace algún tiempo atrás, leí un libro que comparaba la vida con un viaje en tren.
Una lectura extremadamente interesante, cuando es bien interpretada.
La vida no es más que un viaje en tren: repleto de embarques y desembarques, salpicado de accidentes, sorpresas agradables en algunos embarques, y profundas tristezas en otros.
Al nacer, nos subimos al tren y nos encontramos con algunas personas que creemos que siempre… estarán con nosotros en este viaje: nuestros padres.
Lamentablemente la verdad es otra.
Ellos se bajarán en alguna estación dejándonos huérfanos de su cariño, amistad y su compañía irreemplazable.
No obstante esto no impide que se suban otras personas que serán para nosotros muy especiales.
Llegan nuestros hermanos, amigos y esos amores maravillosos.
De las personas que toman este tren, habrá también las que lo hagan como un simple paseo, otras que encontrarán solamente tristeza en el viaje…
Y habrá otras que, circulando por el tren, estarán siempre listas para ayudar a quien lo necesite.
Muchos al bajar, dejan una añoranza permanente…
Ptros pasan tan desapercibidos que ni siquiera nos damos cuenta que desocuparon el asiento.
Es curioso constatar que algunos pasajeros, lo que son más queridos, se acomodan en vagones distintos al nuestro.
Por lo tanto, se nos obliga a hacer el viaje separados de ellos.
Desde luego, no se nos impide que durante el viaje, recorramos con dificultad nuestro vagón y lleguemos a ellos…
Pero lamentablemente, ya no podremos sentarnos a su lado pues habrá otra persona ocupando el asiento.
No importa; el viaje se hace de este modo; lleno de desafíos, sueños, fantasías, esperas y despedidas… pero jamás hay regresos.
Entonces… hagamos este viaje de la mejor manera posible.
Tratemos de relacionarnos bien con todos los pasajeros, buscando en cada uno, lo mejor que tenga.
Recordemos siempre que en algún momento del trayecto, ellos podrán titubear y probablemente precisaremos entenderlos.
Y que nosotros también muchas veces titubearemos, y entonces habrá alguien que también nos comprenda.
El gran misterio, al fin, es que no sabremos jamás en qué estación bajaremos, mucho menos dónde bajarán nuestros compañeros, ni siquiera el que está sentado en el asiento de al lado.
Me quedo pensando si cuando baje del tren, sentiré nostalgia…
Creo que sí…
Separarme de algunos de los amigo que hice en el viaje será doloroso.
Dejar que mis hijos sigan solos, será muy triste.
Pero me aferro a la esperanza de que, en algún momento, llegaré a la “Estación Principal” y tendré la gran emoción de verlos llegar a ellos, a todos ellos, con un equipaje que no tenían cuando embarcaron.
Lo que me hará más feliz, será pensar que yo colaboré para que el equipaje creciera y se hiciera valioso.
Hagamos que nuestra estadía en este tren sea tranquila, que haya valido la pena.
Hagamos tanto bien como podamos… para que cuando llegue el momento de desembarcar, nuestro asiento vacío, deje añoranza y lindos recuerdos a los que aún permanezcan en el viaje.
¡¡¡ Muy feliz viaje !!!
Una lectura extremadamente interesante, cuando es bien interpretada.
La vida no es más que un viaje en tren: repleto de embarques y desembarques, salpicado de accidentes, sorpresas agradables en algunos embarques, y profundas tristezas en otros.
Al nacer, nos subimos al tren y nos encontramos con algunas personas que creemos que siempre… estarán con nosotros en este viaje: nuestros padres.
Lamentablemente la verdad es otra.
Ellos se bajarán en alguna estación dejándonos huérfanos de su cariño, amistad y su compañía irreemplazable.
No obstante esto no impide que se suban otras personas que serán para nosotros muy especiales.
Llegan nuestros hermanos, amigos y esos amores maravillosos.
De las personas que toman este tren, habrá también las que lo hagan como un simple paseo, otras que encontrarán solamente tristeza en el viaje…
Y habrá otras que, circulando por el tren, estarán siempre listas para ayudar a quien lo necesite.
Muchos al bajar, dejan una añoranza permanente…
Ptros pasan tan desapercibidos que ni siquiera nos damos cuenta que desocuparon el asiento.
Es curioso constatar que algunos pasajeros, lo que son más queridos, se acomodan en vagones distintos al nuestro.
Por lo tanto, se nos obliga a hacer el viaje separados de ellos.
Desde luego, no se nos impide que durante el viaje, recorramos con dificultad nuestro vagón y lleguemos a ellos…
Pero lamentablemente, ya no podremos sentarnos a su lado pues habrá otra persona ocupando el asiento.
No importa; el viaje se hace de este modo; lleno de desafíos, sueños, fantasías, esperas y despedidas… pero jamás hay regresos.
Entonces… hagamos este viaje de la mejor manera posible.
Tratemos de relacionarnos bien con todos los pasajeros, buscando en cada uno, lo mejor que tenga.
Recordemos siempre que en algún momento del trayecto, ellos podrán titubear y probablemente precisaremos entenderlos.
Y que nosotros también muchas veces titubearemos, y entonces habrá alguien que también nos comprenda.
El gran misterio, al fin, es que no sabremos jamás en qué estación bajaremos, mucho menos dónde bajarán nuestros compañeros, ni siquiera el que está sentado en el asiento de al lado.
Me quedo pensando si cuando baje del tren, sentiré nostalgia…
Creo que sí…
Separarme de algunos de los amigo que hice en el viaje será doloroso.
Dejar que mis hijos sigan solos, será muy triste.
Pero me aferro a la esperanza de que, en algún momento, llegaré a la “Estación Principal” y tendré la gran emoción de verlos llegar a ellos, a todos ellos, con un equipaje que no tenían cuando embarcaron.
Lo que me hará más feliz, será pensar que yo colaboré para que el equipaje creciera y se hiciera valioso.
Hagamos que nuestra estadía en este tren sea tranquila, que haya valido la pena.
Hagamos tanto bien como podamos… para que cuando llegue el momento de desembarcar, nuestro asiento vacío, deje añoranza y lindos recuerdos a los que aún permanezcan en el viaje.
¡¡¡ Muy feliz viaje !!!
martes, 7 de enero de 2014
¿Restauradores y Reformadores de la Iglesia?
¿Necesitaba
la Iglesia una Restauración?
Los grupos
restauradores creen firmemente que la Iglesia se pervirtió en el Siglo III,
cuando Constantino quita la pena de muerte a los cristianos y ofrece libertad
de culto. Al ocurrir esto, dicen, la iglesia adoptó enseñanzas paganas de los
romanos y abandonó el evangelio de la salvación. Esto es una falacia; lo que la
historia testifica, es que la Iglesia cristianizó algunas costumbres
paganas. Por ejemplo, los gentiles celebraban el nacimiento del Sol el 25 de
Diciembre. La Iglesia les anuncia ante esto: el verdadero Sol que ha nacido
es Jesucristo, él es el Sol de Justicia, Luz para las naciones y gloria del
pueblo Israel.
La Iglesia
es perenne, es decir, perpetua. Durará hasta el final de los siglos. No puede,
ergo, evaporarse y retornar “restaurada”. Si bien Jesús instituye a los
apóstoles para ser cimiento de la Iglesia, es Jesús mismo la Piedra fundamental
que sostiene este edificio espiritual (cf. Ef 2,20); esto significa que a la
Iglesia la sostiene el Todopoderoso. Y si es sostenida por Dios, no puede ser
destruida por poder humano alguno, ergo, es perpetua. El Señor, al dar la gran
misión a su Iglesia, aseguró estar con ella perennemente, y lo ha cumplido:
Id, pues, y haced
discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y
he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.”
(Mt 28,19-20)
Por eso,
restaurar la Iglesia es una contradicción. Jesús le dijo a Pedro: “Las
puertas del infierno no la vencerán” (cf. Mt 16,18). Es una promesa
divina, tal como la asistencia del Espíritu Santo prometido por Jesús, Espíritu
que guía siempre en la verdad:
Cuando venga él, el
Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará
por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os explicará lo que ha de venir.
(Jn 16,13)
Alegar que la
Iglesia fracasó, equivale a decir que el Espíritu Santo no estuvo con ella siempre,
como dice la escritura:
Y yo pediré al Padre y os dará
otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre (Jn 14,16)
Si la
Iglesia se pervirtió en su misión de proclamar la verdad, como afirman los
restauradores, entonces la promesa de Jesús era una farsa; ergo él no es, -no
puede ser- el Señor. Sin embargo, son históricamente rastreables las doctrinas
de la Iglesia Primitiva y, al confrontarse con la Iglesia de hoy, la doctrina
es la misma. La supuesta “perversión doctrinal” no aparece por ninguna
parte sino en la avivada imaginación (distorsionada, por cierto) de los
flamantes anticatólicos.
Hay,
incluso, grupos que identifican la Iglesia Católica con la gran Apostasía del
Apocalipsis. Eso es fanatismo. Con el mismo argumento, se puede decir que la
Reforma Protestante es la gran Apostasía, porque fue la que rompió con la sana
doctrina, con la unidad, con la verdad. Pero no es el caso atacarnos mutuamente
por necedades. San Pablo dijo acertadamente a Timoteo: “evita las
discusiones necias y estúpidas, bien sabes que generan altercados” (2 Tim
2,23).
¿Necesitaba la Iglesia una Reforma?
En el año
1517 Martín Lutero elabora las noventa y cinco tesis que instalaría en la puerta
de la iglesia del Castillo de Wittenberg. Al negarse a revocar su postura, es
excomulgado en 1521. Esto, unido a Juan Calvino en suiza y otros
“reformadores”, marcaría la ruptura de la Iglesia a través de una corriente de
protesta, es decir, del Movimiento de la Reforma Protestante.
Este
movimiento del siglo XVI pretendía volver al cristianismo primitivo, reformar
la doctrina “desviada” de la Iglesia y basarse sólo en la Biblia como
máximo término de autoridad. Alegaron la corrupción de la Iglesia católica, y
exigían una reforma.
En efecto,
la Iglesia necesitaba una reforma. Muchos miembros del clero abusaban de la
dignidad secular de que gozaban, especialmente por la venta de indulgencias. San
Juan de Ávila, en sus Escritos Sacerdotales, expone claramente la
situación pésima del clero; denuncia a los impíos, que sólo buscaban los
privilegios de que gozaba el sacerdote de aquella época, para su propio
beneficio, sin una verdadera vocación sacerdotal, o por lo menos cristiana.
Encontramos también a Santa Teresa de Jesús, verdadera reformadora de la
Iglesia y del Carmelo; San Carlos Borromeo contra reformista; el gran San
Ignacio de Loyola, padre de los Jesuitas, entre otros, que fueron los
renovadores reales de la Iglesia.
Cabe
mencionar que, profusos escritos de San Juan de Ávila denunciando y
planteando soluciones, sirvieron de base para los cánones del Concilio
Tridentino (es por eso, por ejemplo, que hoy tenemos los Seminarios donde se
forman los futuros sacerdotes); por tanto, la Reforma sí se dio, no en
la ruptura de Martín Lutero y Juan Calvino que sólo
produjo más división, sino gracias a los verdaderos y santos reformadores,
desde el interior de la Iglesia, en el Sacrosanto Concilio de Trento.
Fuente:
J.R. Getsemani F.R., “Y Sobre esta Piedra…“,
Editorial Lulu. Págs. 19-22.
ISBN: 9780557089000
www.apologeticus.tk
Editorial Lulu. Págs. 19-22.
ISBN: 9780557089000
www.apologeticus.tk
lunes, 6 de enero de 2014
Jesús, yo confío en Ti
¿Por qué te confundes y te agitas ante los problemas de la vida?
Cuando hayas hecho todo lo que esté en tus manos para tratar de solucionarlos, déjame el resto a Mí.
Si te abandonas en Mí, todo se resolverá con tranquilidad según mis designios.
No te desesperes, no me dirijas una oración agitada como si quisieras exigirme el cumplimiento de tu deseo. Cierra los ojos del alma y dime con calma:
Jesús, yo confío en Ti.
Evita las preocupaciones y angustias, y los pensamientos sobre lo que pueda suceder después.
No estropees mis planes queriéndome imponer tus ideas. Déjame ser Dios y actuar con libertad.
Abandónate confiadamente en Mí. Reposa en Mí y deja en mis manos tu futuro.
Dime frecuentemente:
Jesús, yo confío en Ti.
Y no seas como el paciente que le pide al médico que lo cure pero le sugiere el modo de hacerlo.
Déjate llevar en mis manos.
No tengas miedo…
Yo te amo.
Si crees que las cosas empeoraron, o se complican a pesar de tu oración, sigue confiando, cierra los ojos del alma y confía.
Continúa diciéndome a todas horas:
Jesús, yo confío en Ti.
Necesito las manos libres para obrar.
No me ates con tus preocupaciones inútiles.
Confía solo en Mí, abandónate en Mí. Así que no te preocupes, echa en Mí todas las angustias y duerme tranquilamente.
Dime siempre:
Jesús, yo confío en Ti.
Y verás grandes milagros, te lo prometo por mi amor.
(autor desconocido)
Reyes Magos regalaron a Jesús oro por ser Rey, incienso por ser Dios y mirra como hombre
MADRID, 06 Ene. 14 / 05:14 am (ACI/Europa Press).-
El Profesor de Historia del Oriente Próximo de la Universidad CEU San Pablo,
Hipólito Sanchiz, ha explicado que los tres regalos con los que obsequiaron los
Reyes Magos al Niño Jesús no fueron elegidos por casualidad, pues el oro era un
regalo para Jesús como Rey --pues era un regalo destinado a reyes--, el
incienso era un presente para Jesús como Dios --pues esta resina se quemaba
delante de los dioses-- y la mirra, para Jesús como hombre --pues con ella se
embalsamaba a los muertos--.
Así, Sanchiz explica que el oro, el incienso y la mirra que los Reyes de Oriente entregaron al niño Jesús en Belén estaban asociados a ciertos conceptos y rituales, más allá de que los tres puedan ser equiparados a lo que hoy se consideran productos "caros" y de "lujo".
Concretamente, respecto del oro, considera que puede ser interpretado "como regalo regio, destinado a un rey" y recuerda que en Mateo 2,2 se hace referencia a que los Reyes Magos llegaron a Belén en búsqueda del nacimiento del "Rey de los Judíos", por lo que la faceta regia del acontecimiento estaba presente.
Por su parte, la simbología del incienso es "muy clara" para Sanchiz, pues hace referencia al carácter divino de Cristo, ya que en la religión judía y en las paganas, el incienso se quemaba delante de los dioses, muchas veces como sacrificio, y, de hecho las iglesias católica y ortodoxa lo siguen empleando en su liturgia.
En cualquier caso, admite cierta diversidad de criterio a la hora de determinar qué tipo de incienso se trataba, pues, mientras que en la Vulgata aparece el término 'thus', que signfica incienso, en la versión griega de San Mateo se emplea la palabra 'olívano', que es un tipo de incienso, "una sustancia gomosa compuesta de diversas resinas que al quemarse da un buen olor".
Mientras, atendiendo a la mirra --sustancia aromática también gomosa resultado de recoger la resina del árbol de la mirra--, Sanchiz ve dos posibles explicaciones pues la mirra se utilizaba como anestésico --normalmente mezclada con vino-- y se puede interpretar como que el Señor venía a quitar el dolor al mundo". Pero también la mirra se empleaba para embalsamar a los muertos, por lo que podría representar "un anuncio de su pasión y una alegoría de que Jesús como hombre está sujeto a la muerte
Así, Sanchiz explica que el oro, el incienso y la mirra que los Reyes de Oriente entregaron al niño Jesús en Belén estaban asociados a ciertos conceptos y rituales, más allá de que los tres puedan ser equiparados a lo que hoy se consideran productos "caros" y de "lujo".
Concretamente, respecto del oro, considera que puede ser interpretado "como regalo regio, destinado a un rey" y recuerda que en Mateo 2,2 se hace referencia a que los Reyes Magos llegaron a Belén en búsqueda del nacimiento del "Rey de los Judíos", por lo que la faceta regia del acontecimiento estaba presente.
Por su parte, la simbología del incienso es "muy clara" para Sanchiz, pues hace referencia al carácter divino de Cristo, ya que en la religión judía y en las paganas, el incienso se quemaba delante de los dioses, muchas veces como sacrificio, y, de hecho las iglesias católica y ortodoxa lo siguen empleando en su liturgia.
En cualquier caso, admite cierta diversidad de criterio a la hora de determinar qué tipo de incienso se trataba, pues, mientras que en la Vulgata aparece el término 'thus', que signfica incienso, en la versión griega de San Mateo se emplea la palabra 'olívano', que es un tipo de incienso, "una sustancia gomosa compuesta de diversas resinas que al quemarse da un buen olor".
Mientras, atendiendo a la mirra --sustancia aromática también gomosa resultado de recoger la resina del árbol de la mirra--, Sanchiz ve dos posibles explicaciones pues la mirra se utilizaba como anestésico --normalmente mezclada con vino-- y se puede interpretar como que el Señor venía a quitar el dolor al mundo". Pero también la mirra se empleaba para embalsamar a los muertos, por lo que podría representar "un anuncio de su pasión y una alegoría de que Jesús como hombre está sujeto a la muerte
jueves, 2 de enero de 2014
Epifanía : La manifestación del Señor
Epifanía significa
"manifestación". Jesús se da a conocer. Aunque Jesús se dio a conocer
en diferentes momentos a diferentes personas, la Iglesia celebra como epifanías
tres eventos:
Su Epifanía ante los Reyes Magos
(Mt 2, 1-12)
Su Epifanía a San Juan Bautista
en el Jordán
Su Epifanía a sus discípulos y
comienzo de Su vida pública con el milagro en Caná.La Epifanía que más celebramos en la Navidad es la primera.
La fiesta de la Epifanía tiene su
origen en la Iglesia de Oriente. A diferencia de Europa, el 6 de enero tanto en
Egipto como en Arabia se celebraba el solsticio, festejando al sol victorioso
con evocaciones míticas muy antiguas. Epifanio explica que los paganos celebraban
el solsticio invernal y el aumento de la luz a los trece días de haberse dado
este cambio; nos dice además que los paganos hacían una fiesta significativa y
suntuosa en el templo de Coré. Cosme de Jerusalén cuenta que los paganos
celebraban una fiesta mucho antes que los cristianos con ritos nocturnos en los
que gritaban: "la virgen ha dado a luz, la luz crece".
Entre los años 120 y 140 AD los
gnósticos trataron de cristianizar estos festejos celebrando el bautismo de
Jesús. Siguiendo la creencia gnóstica, los cristianos de Basílides celebraban
la Encarnación del Verbo en la humanidad de Jesús cuando fue bautizado.
Epifanio trata de darles un sentido cristiano al decir que Cristo demuestra así
ser la verdadera luz y los cristianos celebran su nacimiento.
Hasta el siglo IV la Iglesia
comenzó a celebrar en este día la Epifanía del Señor. Al igual que la fiesta de
Navidad en occidente, la Epifanía nace contemporáneamente en Oriente como
respuesta de la Iglesia a la celebración solar pagana que tratan de sustituir.
Así se explica que la Epifanía se llama en oriente: Hagia phota, es decir, la
santa luz.Esta fiesta nacida en Oriente ya se celebraba en la Galia a mediados del s IV donde se encuentran vestigios de haber sido una gran fiesta para el año 361 AD. La celebración de esta fiesta es ligeramente posterior a la de Navidad.
Los Reyes Magos
Mientras en Oriente la Epifanía
es la fiesta de la Encarnación, en Occidente se celebra con esta fiesta la
revelación de Jesús al mundo pagano, la verdadera Epifanía. La celebración gira
en torno a la adoración a la que fue sujeto el Niño Jesús por parte de los tres
Reyes Magos (Mt 2 1-12) como
símbolo del reconocimiento del mundo pagano de que Cristo es el salvador de
toda la humanidad.
De acuerdo a la tradición de la
Iglesia del siglo I, se relaciona a estos magos como hombres poderosos y
sabios, posiblemente reyes de naciones al oriente del Mediterráneo, hombres que
por su cultura y espiritualidad cultivaban su conocimiento de hombre y de la
naturaleza esforzándose especialmente por mantener un contacto con Dios. Del
pasaje bíblico sabemos que son magos, que vinieron de Oriente y que como regalo
trajeron incienso, oro y mirra; de la tradición de los primeros siglos se nos
dice que fueron tres reyes sabios: Melchor, Gaspar y Baltazar. Hasta el año de
474 AD sus restos estuvieron en Constantinopla, la capital cristiana más
importante en Oriente; luego fueron trasladados a la catedral de Milán (Italia)
y en 1164 fueron trasladados a la ciudad de Colonia (Alemania), donde
permanecen hasta nuestros días.El hacer regalos a los niños el día 6 de enero corresponde a la conmemoración de la generosidad que estos magos tuvieron al adorar al Niño Jesús y hacerle regalos tomando en cuenta que "lo que hiciereis con uno de estos pequeños, a mi me lo hacéis" (Mt. 25, 40); a los niños haciéndoles vivir hermosa y delicadamente la fantasía del acontecimiento y a los mayores como muestra de amor y fe a Cristo recién nacido.
http://www.aciprensa.com/navidad/epifania.htm
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