Aparición del 13 de mayo de 1917
Llevando a su rebaño fuera de Aljustrel en la
mañana del 13 de mayo, la fiesta de Nuestra Señora del Santísimo Sacramento,
los tres niños pasaron Fátima, donde se encontraban la parroquia y el
cementerio, y procedieron más o menos un kilómetro hacia el norte a las
pendientes de Cova. Aquí dejaron que sus ovejas pastorearan mientras ellos
jugaban en la pradera que llevaba uno que otro árbol de roble. Después de haber
tomado su almuerzo alrededor del mediodía decidieron rezar el rosario, aunque
de una manera un poco truncada, diciendo sólo las primeras palabras de cada
oración. Al instante, ellos fueron sobresaltados por lo que después
describieron como un "rayo en medio de un cielo azul". Pensando que
una tormenta se acercaba se debatían si debían tomar las ovejas e irse a casa.
Preparándose para hacerlo fueron nuevamente sorprendidos por una luz extraña.
Comenzamos a ir cuesta abajo llevando a las ovejas
hacia el camino. Cuando estabamos en la mitad de la cuesta, cerca de un árbol
de roble (el gran árbol que hoy en día está rodeado de una reja de hierro),
vimos otro rayo, y después de da unos cuantos pasos más vimos en un árbol de
roble (uno más pequeño más abajo en la colina) a una señora vestida de blanco,
que brillaba más fuerte que el sol, irradiando unos rallos de luz clara e
intensa, como una copa de cristal llena de pura agua cuando el sol radiante
pasa por ella. Nos detuvimos asombrados por la aparición. Estabamos tan cerca
que quedamos en la luz que la rodeaba, o que ella irradiaba, casi a un metro y
medio.
Por favor
no teman, no les voy a hacer daño
Lucía
respondió por parte de los tres, como lo hizo durante todas las apariciones
¿De dónde
eres?
Yo vengo
del cielo.
La Señora vestía con un manto puramente blanco, con
un borde de oro que caía hasta sus pies. En sus manos llevaba las cuentas del
rosario que parecían estrellas, con un crucifijo que era la gema más radiante
de todas. Quieta, Lucía no tenía miedo. La presencia de la Señora le producía
solo felicidad y un gozo confiado.
"¿Que
quieres de mi?"
Quiero
que regreses aquí los días trece de cada mes por los próximos seis meses a la
misma hora. Lugo te diré quien soy, y qué es lo que más deseo. I volveré aquí
una séptima vez.
" ¿Y
yo iré al cielo?"
Sí, tu
irás al cielo.
" ¿Y
Jacinta?"
Ella
también irá
"¿Y
Francisco?"
El
también, amor mío, pero primero debe decir muchos Rosarios
La Señora
miró a Francisco con compasión por unos minutos, matizado con una pequeña
tristeza. Lucía después se recordó de algunos amigos que habían fallecido.
"¿Y
María Neves está en el cielo?
Si, ella
esta en el cielo
"¿y
Amelia?"
Ella está
en el purgatorio.
Se
ofrecerán a Dios y tomarán todos los sufrimientos que El les envíe?
¿En
reparación por todos los pecados que Le ofenden y por la conversión de los
pecadores?
"Oh
Sí, lo haremos"
Tendrán
que sufrir mucho, pero la gracia de Dios estará con ustedes y los fortalecerá.
Lucía
relata que mientras la Señora pronunciaba estas palabras, abría sus manos, y
Fuimos bañados por una luz celestial que parecía
venir directamente de sus manos. La realidad de esta luz penetró nuestros
corazones y nuestras almas, y sabíamos que de alguna forma esta luz era Dios, y
podíamos vernos abrazada por ella. Por un impulso interior de gracias caímos de
rodillas, repitiendo en nuestros corazones: "Oh Santísima
Trinidad, te
adoramos. Mi Dios, mi Dios, te amo en el Santísimo Sacramento"
Los niños
permanecían de rodillas en el torrente de esta luz maravillosa, hasta que la
Señora habló de nuevo, mencionando la guerra en Europa, de la que tenían poca
ninguna noción.
Digan el
Rosario todos los días, para traer la paz al mundo y el final de la guerra.
Después
de esto ella se comenzó a elevar lentamente hacia el este, hasta que
desapareció en la inmensa distancia. La luz que la rodeaba parecía que se
adentraba entre las estrellas, es por eso que a veces decíamos que vimos a los
cielos abrirse.
Los días
siguientes fueron llenos de entusiasmo, aunque ellos no pretendían que fueran
así. Lucía había prevenido a los otros de mantener a su visita en secreto,
sabiendo correctamente las dificultades que ellos experimentarían si los
eventos se sabrían. Sin embargo la felicidad de Jacinta no pudo ser contenida,
cuando prontamente se olvidó de su promesa y se lo reveló todo a su madre,
quien la escuchó pacientemente pero le dio poca credibilidad a los hechos. Sus
hermanos y hermanas se metían con sus preguntas y chistes. Entre los
interrogadores solo su padre, "Ti" Marto estuvo inclinado a aceptar
la historia como verdad. El creía en la honestidad de sus hijos, y tenía una
simple apreciación de las obras de Dios, de manera que él se convirtió en el
primer creyente de las apariciones de Fátima.
La madre
de Lucía, por otro lado, cuando finalmente escuchó lo que había ocurrido, creyó
que su propia hija era la instigadora de un fraude, si no una blasfemia. Lucía
comprendió rápidamente lo que la Señora quería decir cuando dijo que ellos
sufrirían mucho. María Rosa no pudo hacer que Lucía se retractara, aún bajo
amenazas. Finalmente la llevó a la fuerza donde el párroco, el padre Ferreira, sin
tener éxito. Por otro lado, el padre de Lucía, quien no era muy religioso,
estaba prácticamente indiferente, atribuyendo todo a los caprichos de mujeres.
Las próximas semanas, mientras los niños esperaban su próxima visita de la
Señora en Junio, les revelaron que tenían pocos creyentes, y muchos en contra
en Aljustrel y Fátima.
Fuente: www.ewtn.com