domingo, 20 de noviembre de 2011

Profetas Mayores - Baruc


El Libro de Baruc (también llamado de Baruk o Baruch) es un libro Bíblico del Antiguo Testamento, perteneciente al grupo de los Libros proféticos y dentro de ellos a los llamados "profetas menores" con base en la escasa extensión del texto. En las biblias católicas se encuentra ubicado entre Lamentaciones y Ezequiel.
Como carecemos del texto original hebreo de Baruc, se lo ha considerado deuterocanónico y se lo ha excluido de las biblias judías y protestante. Para los católicos, sin embargo, Baruc es inspirado y por lo tanto canónico.
En efecto, este libro sólo aparece en la Vulgata latina y en la versión griega de los LXX. En estas dos biblias, forma con Lamentaciones un apéndice conceptual al Libro de Jeremías.
El libro de Baruc existió primeramente como tres partes separadas e independientes que más tarde fueron reunidas y resultaron en el libro actual.
La pieza más antigua (dos poemas, Bar. 3:9-5:9) pertenecen al siglo III a. C. Ya en tiempos de los Macabeos, un último redactor añadió el prólogo y la parte final y atribuyó el todo al profeta Baruc, secretario y amanuense de Jeremías, lo que demuestra la influencia de este último en aquel tiempo y lugar.
La Septuaginta muestra separado el capítulo 6 de Baruc, que se llama "Carta de Jeremías" y en las biblias de ciertas religiones se encuentra como libro separado. La Vulgata, en cambio, la junta con el libro de Baruc y la numera como un capítulo más. La Carta de Jeremías es un discurso apologético contra la idolatría, y desarrolla aún más los conceptos estudiados por Jeremías e Isaías.[1] [2] A pesar de ser adoptado por la iglesia católica, Baruc hace una fuerte declaración en contra de la confección, adoración y fe en las imágenes hechas en maderas y revestidas de oro, plata y otros materiales. Esta costumbre la adquirió del pueblo de Babilonia que representaban deidades con imágenes hechas por manos de hombres (Baruc capítulo 6 ó Carta de Jeremías)
El texto fue escrito en el período Macabeo, pero no pueden establecerse mayores precisiones. Las cartas fueron reunidas en un sólo libro en el año 100 a. C.
El libro de Baruc está formado por las siguientes partes:
  1. Inscripción;
  2. Introducción narrativa (1:3-14);
  3. Plegarias (1:15-3:8);
  4. Primer poema (3:9-4:4); y
  5. Segundo poema (4:5-5:9).
Las plegarias, de carácter cultural, constituyen el canto de los exiliados. En ellas, el pueblo reconoce la manera espantosa en que ha pecado y solicita a Dios la liberación de sus sufrimientos.
El primer poema es de naturaleza didáctica: Israel ha de retornar a Yahveh para ser feliz o sucumbir entre daños y lamentos. El segundo está compuesto de cantos de consuelo y lamentación.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

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Profetas Mayores - Daniel


El Libro de Daniel es un libro bíblico del Antiguo Testamento y del Tanaj hebreo, que en las biblias cristianas se ubica entre los libros de Ezequiel y Oseas.
Es el sexto de los libros proféticos y se lo incluye —por los cristianos— entre los Profetas Mayores (de los cuales es el cuarto, luego de Isaías, Jeremías y Ezequiel).
Los judíos lo excluyen de los Profetas (Nevi'im) y lo colocan entre los Escritos (Ketuvim). Varias de sus partes son deuterocanónicas y solo las incluyen las biblias católicas.
 
El libro de Daniel fue escrito en tres lenguas diferentes:
  • Hebreo: (1:1-2, 4a y 8-12);
  • Arameo: (2, 4b, 7:1-28);
  • Griego: las partes deuterocanónicas mencionadas arriba.
El origen multilingüístico del libro ha sido confirmado por el hallazgo de los Manuscritos del Mar Muerto. Esta circunstancia es muy extraña, porque se produce a través de las dos partes del libro que, en cuanto al contenido, son completamente distintas. Hasta el día de hoy nadie ha conseguido explicar esta discordancia.
La primera parte del libro narra la historia del profeta Daniel, quien según el mismo libro, vivió en Babilonia como exiliado junto con el resto del pueblo hebreo en el siglo VI a. C. En esta parte se narran las vicisitudes de Daniel y otros tres compañeros por ser fieles a Dios, al contrario de lo mandado por Nabucodonosor II, rey de los babilonios. Igualmente se narra la sabiduría de Daniel al interpretar correctamente los sueños y visiones del rey. Por último, la primera parte también narra lo sucedido con Daniel cuando los babilonios fueron conquistados por los los medos, comandados por Darío el Medo, los cuales más tarde fueron sometidos por los Persas.
La segunda parte del libro históricamente puede referirse a lo sucedido en Medio Oriente (particularmente en el territorio de Palestina) cuando la Dinastía Ptolemaica y la Dinastía Seléucida peleaban por el territorio, y cuando Antíoco IV Epífanes intentó suprimir el culto judío en Jerusalén y reemplazarlo por un culto helenista.
Existen además relatos deuterocanónicos, cuyos originales sólo se conservan en griego, por lo que no todas las iglesias las aceptan como parte del canon bíblico. Estas secciones son:
  1. La oración de Azarías.
  2. El cántico de los tres jóvenes.- el canto que entonan dentro del horno los compañeros de Daniel.
  3. La historia de Susana.
  4. Daniel y los sacerdotes de Bel.
  5. Daniel y el Dragón.
Existe una fuerte disputa en cuanto a la fecha de escritura del libro. Se niega frecuentemente la fecha que el escritor sugiere puesto que de confirmarse, tendría que reconocerse que es un libro verdaderamente profético, debido a que profetiza sobre: Alejandro Magno, Roma y Ciro entre otros, para evitar esto se le fecha en la época de los macabeos entre 167 y 164 a.C. con lo que se anulan sus profecías.
Sin embargo, su profundo conocimiento de la fecha en la que escribe, como: el hecho de haber sido durante muchos siglos, el único libro que mencionó a Belsasar, el que supiera de la costumbre no helénica de hacer Banquetes con mujeres, su descripción de la personalidad de Nabucodonosor ahora arqueológicamente confirmada, entre muchos datos más, solo disponibles para un contemporáneo del Imperio Babilónico, hace creer en la posibilidad de su escritura para el año 536 a.C. [1] Además de las referencias de su contemporáneo Ezequiel.[2]

Pese a que existe la constancia que el libro de Daniel fue incorporado al canon hebreo en el siglo segundo a.C., la teoría más aceptada es que el libro fue compuesto antes de la muerte de Antíoco IV Epífanes entre 167 y 164 a. C., lo cual genera cierto desconcierto sobre cómo el libro fue creado e inmediatamente incluido en el canon, cuando tradicionalmente todos los libros canónicos ya tenían varios siglos escritos y que, principalmente, la mayor parte de éstos fueron escritos en el exilio en Babilonia, época en la que sucedieron los hechos que relata Daniel. Por otro lado, se tiene por seguro que no hubo anexiones al libro siglos después, por el hallazgo de los Manuscritos del Mar Muerto, que no las contienen.

Por otro lado, en el Nuevo testamento, el propio Jesucristo se refiriere al Libro de Daniel (Mateo 24:15), lo cual muestra que era un libro reconocido como inspirado por Dios y canónico para los judíos. Según esto, se puede deducir también que podría haberse completado tal y como se explica en el propio libro de Daniel supuestamente cuando Daniel residía exiliado en Babilonia, alrededor del año 539 a.C. Lo interesante de Daniel es que no fue considerado como profeta (Nevi'im) por los judíos sino como escritor (Ketuvim). Aunque claramente se le menciona en Mateo 24:15 como el "profeta Daniel". En los textos se menciona la venida de un conquistador, un mesías que destruiría la corrupción de los gobiernos humanos. En Daniel 2:44 se profetiza acerca del tiempo en el que Dios establecería un Reino, o gobierno, que destruiría todos los gobiernos existentes y subsistiría hasta tiempo indefinido (para siempre)". Evidentemente, en el Nuevo Testamento el autor evangélico trata de trazar un lazo o conexión con las profecías de Daniel cuando se describe al propio Jesucristo enseñando a sus discípulos a orar pidiendo a Dios "venga tu Reino y hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo".

Profetas Mayores - Ezequiel


En su libro, el profeta Ezequiel sostenía que había tenido esta visión.
El Libro de Ezequiel es un libro bíblico del Antiguo Testamento que forma parte de los libros proféticos. Para los judíos está en el Tanaj, entre los Nevi'im (‘Libros de los profetas’), en la Biblia protestante se ubica entre Lamentaciones y Daniel, y en la Biblia católica entre Baruc y Daniel.

Ezequiel, hijo de Buzí, de linaje sacerdotal, fue llevado cautivo a Babilonia junto con el rey Jeconías de Judá (597 a. C.) e internado en Tel-Abib a orillas del río Cobar. Cinco años después, a los treinta de su edad (cf. 1, 1), Dios lo llamó al cargo de profeta, que ejerció entre los desterrados durante 22 años, es decir, hasta el año 570 a. C.

A pesar de las calamidades del destierro, los cautivos no dejaban de abrigar falsas esperanzas, creyendo que el cautiverio terminaría pronto y que Dios no permitiría la destrucción de su Templo y de la Ciudad Santa (véase Jer. 7, 4 y nota). Había, además, falsos profetas que engañaban al pueblo prometiéndole en un futuro cercano el retorno al país de sus padres. Tanto mayor fue el desengaño de los infelices cuando llegó la noticia de la caída de Jerusalén. No pocos perdieron la fe y se entregaron a la desesperación.
La misión del Profeta Ezequiel consistió principalmente en combatir la idolatría, la corrupción por las malas costumbres, y las ideas erróneas acerca del pronto regreso a Jerusalén. Para consolarlos pinta el Profeta, con los más vivos y bellos colores, las esperanzas de la salud mesiánica.

Divídese el libro en un Prólogo, que relata el llamamiento del profeta (caps. 1-3), y tres partes principales. La primera (caps. 4-24) comprende las profecías acerca de la ruina de Jerusalén; la segunda (caps. 25-32), el castigo de los pueblos enemigos de Judá; la tercera (caps. 33-48), la restauración.
"Es notable la última sección del profeta (40-48) en que nos describe en forma verdaderamente geométrica la restauración de Israel después del cautiverio: el Templo, la ciudad, sus arrabales y la tierra toda de Palestina repartida por igual entre las doce tribus" (Nácar-Colunga).

Las profecías de Ezequiel descuellan por la riqueza de alegorías, imágenes y acciones simbólicas de tal manera, que S. Jerónimo las llama "mar de la palabra divina" y "laberinto de los secretos de Dios".
Ezequiel, según tradición judía, murió mártir.

Ezequiel: Cinco partes:
  Vocación y misión del profeta (cap. 1-3)
  Oráculos de condenación contra Jerusalén (cap. 4-24)
  Oráculos contra las naciones (cap. 25-32)
  Mensaje de esperanza (cap. 33-39)
  Visión sobre el templo y la tierra (cap. 40-48)

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sábado, 5 de noviembre de 2011

Profetas Mayores - Lamentaciones


La tradición atribuye unánimemente a Jeremías la colección de las Lamentaciones que va unida al libro de sus profecías.
Llámanse Lamentaciones o, según el griego, Trenos, porque expresan en la forma más conmovedora el amarguísimo dolor del santo profeta por la triste suerte de su pueblo y la ruina del Templo y de la ciudad de Jerusalén. Fueron compuestas bajo la impresión de la tremenda catástrofe, inmediatamente después de la caída de la ciudad (587 a. C.).
Este pequeño libro pertenece al género de poesía lírico-elegíaco, distinguiéndose, además, por el orden alfabético de los versos en los capítulos 1-4. Su estilo es vivo y patético, pero a la vez tierno y compasivo como la voz de una madre que consuela a sus hijos. No hay en toda la antigüedad obra alguna que pueda compararse, en cuanto a la intensidad de los sentimientos, con una de estas elegías inmortales.
En el canon judío las Lamentaciones formaban parte de los cinco libros (Megillot) que se leían en ciertas fiestas. La Iglesia no ha encontrado mejor expresión que ellas para recordar la Pasión de Jesucristo, por lo cual las reza en el Oficio de Semana Santa. Este sublime grito de dolor y arrepentimiento se prestaría maravillosamente, como los siete Salmos penitenciales, para manifestaciones públicas de contrición colectiva, como las que se hacían en tiempos de mayor fe. Los grandes Obispos S. Ambrosio y S. Carlos Borromeo promovían especialmente estos actos de penitencia pública que libraron a los pueblos de grandes calamidades.

Profetas Mayores - Jeremias


El Libro de Jeremías es el segundo libro profético de la Biblia. Forma parte del Antiguo Testamento y del Tanaj judío y es considerado, junto con Isaías, Ezequiel y Daniel, uno de los cuatro Profetas Mayores.
El mensaje principal de Jeremías es simple: ya es demasiado tarde para evitar la disciplina de Dios, así que aceptadla y alejáos de vuestros pecados. Sin embargo, después de un periodo de castigo, Dios va a restaurar a Judá.
Jeremías con frecuencia usa acciones figurativas para comunicar su mensaje, tales como romper un tarro de barro para mostrar cómo Dios destruirá a Jerusalén
Jeremías,profeta de Judá hijo de sacerdotes Helcías, nació en Anatot alrededor del 650 a. C. Prácticamente no profetizó fuera de Jerusalén y lo hizo en el período comprendido entre 628 a. C. y 580 a. C., es decir, entre sus 22 y 70 años de edad. Pasó, por lo tanto, casi toda su vida adulta profetizando en su ciudad, habiendo sido testigo de los reinados de Josías, Joaquín y Sedecías.
Fue coetáneo de otros profetas: Nahum, Habacuc y Sofonías. Parece haber intentado amalgamar las experiencias particulares de estos tres junto con la suya propia en un solo gran texto que abarcara el período completo. Donde los otros profetas son parciales, Jeremías es global y escribe sobre el conjunto de su tiempo y su sociedad. Jeremias fué uno de los profetas escogidos por Dios.
Por el tiempo en que vivió, Jeremías asistió a las tribulaciones de las últimas décadas de existencia del reino de Judá. Cien años antes, el rey Ezequías había sabido aprovechar y comprender las enseñanzas del profeta Isaías. Al morir el rey en 687 a. C., sus sucesores Manasés y Amón, doblegados por sus problemas políticos y diplomáticos, se vieron forzados a olvidar a Isaías, aceptando tratados perjudiciales para su pueblo y permitiendo incluso la idolatría en el interior del Templo de Jerusalén.
Los asirios habían conquistado Egipto en 663 a. C., y los reyes hebreos debieron cobijarse bajo las alas de esta nueva potencia que crecía en la región. Pero para el tiempo en que nació Jeremías los egipcios eran libres de nuevo. A la muerte de Asurbanipal, el gobernador asirio de Caldea, Nabopolassar, se autoproclamó rey y fundó el imperio caldeo sobre una nueva Babilonia. Aliado con medos y escitas atacó a los asirios y les propinó una resonante derrota, destruyendo la capital Nínive en 612.
Los egipcios, temerosos de esta nueva amenaza, se aliaron con sus antiguos enemigos asirios para enfrentar a los caldeos, pero esta unión fue infructuosa. Nada podía detener al rey de Babilonia: Asur cayó en 614 a. C., seguida por la capital dos años después y por Harrán, última ciudad asiria que resistía, en 610. Los asirios fueron borrados de la faz de la tierra en la victoria caldea de Batalla de Karkemishen 605 a. C. Babilonia era ahora la nueva dueña de Mesopotamia y también aspiraba a serlo del Levante, región que controlaba el acceso al Mar Mediterráneo.
Debido a esta circunstancia, los egipcios intentarán negociar con los caldeos, y todos los pequeños estados del Asia Anterior (como Israel y Judá) se encontrarán una vez más en la incómoda situación de estados "tapones" entre las dos esferas enfrentadas.
Intentando buscar una salida a la disyuntiva, muchos judíos de Jerusalén se volverían en favor del faraón y organizarían un muy fuerte y disciplinado partido proegipcio. En estas circunstancias, y caídos los asirios bajo la espada caldea, murió el rey de Judá, y el nuevo soberano sería JYosías, un niño de apenas ocho años de edad.
Pío y religioso, Josías gobernó durante tres décadas y reconvirtió el estado y la religión a la más pura religión yahvista que había sido casi olvidada. Para ello debió rodearse de colaboradores competentes y respetados, que lo ayudaran en su cometido: Sofonías, la profetisa Holda y, a partir de 628 a. C., Jeremías.
Ferviente religioso desde 631 a. C., la emancipación política y religiosa del rey se concretó en 627 a. C. La caída de Nínive pareció una gracia del Señor hacia Su pueblo, pero el faraón Neko II, intentando salvar a los asirios de la destrucción, invadió Israel y cruzó con un gran ejército todo el territorio judío para intentar auxiliarlos.
Pero Josías no deseaba permitirlo: se opuso a los egipcios y los enfrentó en la batalla de Meggido, donde fue derrotado y asesinado en 609 a. C.
La muerte del monarca descorazonó a todos aquellos que habían luchado por el retorno victorioso de Dios al Templo, lo que determinó más tarde que se abandonaran todos los planes de reforma religiosa y el retorno a los dos grandes males de Judá e Israel: la esperanza en las salidas supersticiosas y las alianzas oscilantes de uno a otro de los dos dominadores de la región. Más de veinte años duraron las luchas intestinas entre judíos filoasirios y filoegipcios, y esta dicotomía desgarraría hasta las raíces mismas del pueblo judío.
El rey siguiente, Joaquín, inaugura cuatro años de pleitesía hebrea hacia el faraón, pero el hijo de Nabopolassar, Nabucodonosor II, derrota a los egipcios y obliga a Joaquín a someterse como vasallo de Babilonia. Los del partido egipcio, disconformes con el estado de cosas, fuerzan al rey hebreo a rebelarse, lo que determina una invasión caldea en toda regla contra Judá e Israel, uno de cuyos episodios se relata con lujo de detalles en el Libro de Judit.
Jerusalén cayó definitivamente en manos de Nabucodonosor en 586 a. C. y el rey junto con los más señalados de los judíos son deportados al país del conquistador en lo que se conoce como Exilio en Babilonia. A partir de allí, los reyes judíos no serán más que marionetas colocadas en el trono por el jefe caldeo, obligados a actuar como se les dice y asesinados sin miramientos a la menor sospecha de desobediencia.
La religión hebrea se estaba corrompiendo desde tiempos del rey Manasés: se adoraba al dios Baal en las cimas de las colinas, las prostitutas sagradas recibían a sus clientes en el Templo y los sacrificios de bebés y niños en honor a los dioses paganos era un espantoso ritual casi diario.
Josías derribó las estatuas de Ishtar, reina de los cielos, y de Marduk, señor de los dioses, y reprimió severamente la nigromancia y la magia. Se cree que Jeremías tomó parte importante en este retorno a las fuentes yahvistas. Pero la llegada al trono de Joaquín precipitó un nuevo auge del paganismo, como el propio profeta registra en Jer. 44:17-18, acusando como responsables a las clases dirigentes en 5:4-31 con duros y severísimos epítetos.
  Jeremías: El tema central en torno al cual gira toda la predicación de Ezequiel es el de la “santidad de Dios”. Tres partes:
  Oráculos contra Judá y Jerusalén (cap. 1-24)
  Oráculos de salvación sobre Israel y Judá (cap. 25-45)
  Oráculos contra las naciones (cp. 46-52)

http://es.wikipedia.org/wiki/Libro_de_Jerem%C3%ADa