viernes, 30 de septiembre de 2011

Libros Sanpiensales- Cantar de los Cantares


CANTAR DE LOS CANTARES es un superlativo que significa "el más hermoso de los Cantos", "el Canto por excelencia". A primera vista, es el Libro menos "bíblico" por su contenido y por su forma. Su autor es desconocido y, probablemente, fue compuesto en la primera mitad del siglo IV a. C. En él se describe y ensalza el amor apasionado de una pareja, que trata por todos los medios de llegar a la unión definitiva. Los encantos y el mutuo atractivo de los dos amantes, lo mismo que el gozo y el sufrimiento que acompañan necesariamente su amor, son expresados en el estilo propio de la poesía amatoria de la época, a través de imágenes llenas de colorido y de fuerza. "¡Qué hermosa eres, amada mía, qué hermosa eres! ¡Tus ojos son palomas! ¡Qué hermoso eres, amado mío, eres realmente encantador!"( 1. 15-16). "¡Mi amado es para mí, y yo soy para mi amado, que apacienta su rebaño entre los lirios!" (2. 16; 6. 3).
 
Entre las diversas partes del Libro no existe mayor continuidad lógica y sus personajes son imprecisos. Tampoco se explican las situaciones por las que atraviesa la pareja ni se establece ninguna ilación entre ellas. De vez en cuando, el diálogo amoroso es interrumpido por un coro que actúa a la manera de relator e impulsa a los amantes en su ardiente búsqueda.
 
¿Qué significa dentro de los Libros sagrados este Libro, que apenas una vez y de paso nombra a Dios? (8. 6). ¿Qué mensaje nos transmite la "Palabra de Dios" contenida en él? Son muchas y muy variadas las interpretaciones que se han dado del mismo, tanto en el Judaísmo como en el Cristianismo. Para algunos, el Cantar es un poema alegórico, que celebra el amor de Dios hacia su Pueblo a la manera de un amor conyugal, retomando la hermosa imagen utilizada por Oseas, Jeremías y Ezequiel. Para otros, este Libro no es más que un conjunto de poemas, compuestos con ocasión de una fiesta nupcial y destinados a cantar el amor de una pareja.
 
Ambas interpretaciones, lo mismo que otras mas o menos semejantes, no son necesariamente opuestas ni excluyentes. ¿Acaso el amor entre el varón y la mujer no ha sido establecido y bendecido por Dios al comienzo de la creación? "Por eso el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y los dos llegan a ser una sola carne" (Gn. 2. 24). Es na- tural, entonces, que la Biblia se haya valido de una canción de amor aparentemente "profana" para exaltar la dignidad del amor conyugal y proclamar sus excelencias. Y es natural que, de esa manera, el Cantar de los Cantares haya querido también celebrar veladamente la gran Alianza de amor entre Dios e Israel, que llena todas las páginas del Antiguo Testamento.

La tradición cristiana ha visto en este Libro una figura del amor de Cristo hacia la Iglesia, que es su Esposa (Ef. 5. 25). A su vez, la liturgia ha aplicado varias imágenes de este poema a la unión entre la Virgen María y el Espíritu, y los grandes místicos las han referido a la unión íntima de cada creyente con Dios.

Fuente: http://es.catholic.net

Libros Sanpiensales- Eclesiasticos

este Libro "deuterocanónico" -el más extenso de los escritos sapienciales- se lo designa habitualmente de dos maneras distintas. El nombre de ECLESIÁSTICO, que significa "libro de la asamblea", se hizo tradicional en la iglesia latina, quizá por la frecuencia con que se lo utilizaba en los primeros siglos para la formación moral de los catecúmenos y de los fieles. La mayoría de los manuscritos griegos, en cambio, lo titulan "Sabiduría de Jesús, hijo de Sirá"- en hebreo, Ben Sirá -y de allí deriva el nombre de SIRÁCIDA, que también se le suele dar.
Mientras que la mayoría de los escritos sapienciales son atribuidos a Salomón, el Eclesiástico es el único que lleva la firma de su autor. Este era un judío de Jerusalén, culto y de buena posición, que se dedicó desde su juventud al conocimiento de las Escrituras y a la búsqueda de la Sabiduría, sobre todo por medio de la oración (51. 13). Como fino observador, aprovechó sus frecuentes viajes para completar su formación (34. 11). Convertido en "maestro de sabiduría", orgulloso de su raza y de su historia nacional, dirigió en Jerusalén una escuela (51. 23), destinada a iniciar a los jóvenes en la adquisición de la Sabiduría. Por último, hacia el 180 a. C., recogió por escrito el fruto de sus reflexiones y de su larga experiencia.
La obra de Ben Sirá es un llamado de atención frente a la influencia de la cultura griega, que no cesaba de expandirse en el Próximo Oriente desde las conquistas de Alejandro Magno. Él comprendió que ese nuevo movimiento de ideas no tardaría en entrar en conflicto con la fe de Israel. Para contrarrestar el peligro, puso todo su empeño en preservar el patrimonio religioso y cultural del Judaísmo en esa época de transición. A diferencia de los antiguos "maestros de sabiduría", que consideraban al hombre nada más que en su condición de tal, al Sirácida le preocupaba antes que nada la formación del hombre "judío". Según él, la Sabiduría se ofrece a todos, pero puso su Morada en Israel y, en última instancia, se identifica con la Ley de Moisés. De allí la necesidad de meditar constantemente "el libro de la Alianza del Dios Altísimo" (24. 23), para adquirir la verdadera Sabiduría y vivir en conformidad con la voluntad divina.
El Eclesiástico fue escrito originariamente en hebreo, pero el texto original cayó pronto en el olvido. La obra se conservó gracias a la traducción griega realizada por un nieto del autor, emigrado a Egipto en el 132. A fines del siglo pasado y en las últimas décadas del actual se encontraron varios manuscritos hebreos, que abarcan unas dos terceras partes del Libro. La traducción que damos a continuación es la del texto griego, ya que es este el que fue recibido y transmitido por la tradición cristiana.
El Sirácida es el último testigo inspirado de la corriente sapiencial dentro de Palestina. El ideal de vida propuesto por él tiene las limitaciones propias de su época, pero también encierra valores permanentes, que fueron asumidos por el Nuevo Testamento, especialmente en la Carta de Santiago. Por su profunda religiosidad, unida a un sano sentido común, por su fidelidad a la Ley y su afán de encontrar en todo un reflejo de la sabiduría de Dios, el autor de este Libro anticipa el retrato que hará Jesús del "escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos": él "se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo" (Mt. 13. 52).

PRÓLOGO DEL TRADUCTOR
La versión griega del Eclesiástico está precedida de un Prólogo, que generalmente no se considera inspirado, donde el traductor explica los motivos que lo impulsaron a llevar a cabo esta difícil tarea. Entre otras informaciones de interés, en este Prólogo encontramos la primera alusión a la división tripartita de la Biblia hebrea: LA LEY, LOS PROFETAS y LOS DEMÁS ESCRITOS.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Libros Sapiensales-Eclesiastes

El Libro del Eclesiastés a veces conocido como el "Libro del Predicador", es un libro del Antiguo Testamento de la Biblia, y también del Tanaj, perteneciente al grupo de los denominados Libros Sapienciales, o de enseñanzas. En el Tanaj judío se ubica entre los Ketuvim (o los "escritos"). En el ordenamiento de la Biblia, Eclesiastés sigue a los Proverbios y precede al Cantar de los Cantares, mientras que en el Tanaj se encuentra entre estos dos mismos libros, pero en orden inverso: le antecede el Cantar de los Cantares, y le sucede el de Proverbios.
En Eclesiastés 1, 1 Salomón se llama a sí mismo el “congregador” o el "predicador". En hebreo esa palabra es Qo·hé·leth, y en el Tanaj ése es el nombre que se da al libro. La Septuaginta griega le da el título de ἐκκλησιαστής, que significa: “miembro de una ecclesía (congregación; asamblea)”, y de ese título se deriva el nombre español Eclesiastés. Sin embargo, una traducción más exacta de Qo·hé·leth es “El congregador”, lo que también aplica mejor a Salomón. Indica con qué propósito escribió Salomón el libro. Significa también al orador dentro de una reunión
El autor del libro habla, desde el título, como hijo de David, por lo cual las tradiciones judía y cristiana, que siempre reconocieron su canonicidad, lo atribuyeron a Salomón. Con todo la crítica y también numerosos exégetas católicos modernos se creyeron obligados a admitir que ciertos pasajes podrían ser de una época posterior a Salomón (p. ej. las referencias sobre la tiranía de los reyes, la corrupción de los magistrados, la opresión de los súbditos). Señalan, además, que el lenguaje y el estilo no son los del tiempo salomónico. Por todo lo cual opinan algunos que el Eclesiastés sufrió posteriormente una transcripción al lenguaje más moderno; otros (entre ellos Condamín, Zapletal y Simón-Prado), piensan que el autor se sirvió del nombre de "hijo de David" sólo con el fin de dar más realce a la obra, y fijan la composición del Eclesiastés entre los años 300-200 a. C. Podemos admitir la posibilidad de esta fecha, puesto que el Libro Sagrado no se presenta como escrito por Salomón, sino por un autor anónimo que nos refiere dichos del sabio rey. No dice, en efecto: yo, el hijo de David, sino que pone como título: Palabras del Eclesiastés (Predicador), hijo de David, rey de Jerusalén (1, 1) y empieza mencionándolo en tercera persona: "Dijo el Eclesiastés" (1, 2), para hacerlo hablar luego en primera persona (1, 12 ss.). Lo mismo hace en el epílogo (12, 8 ss.), donde refiere que el Eclesiastés era sapientísimo, que compuso muchas parábolas, etc., cosas todas que sabemos son exactas respecto de Salomón (III Rey. 4, 30-34; Prov. 1, 1), a quien el autor se refiere con toda evidencia (1, 12, 16, etc.), del mismo modo como los Evangelios se refieren a Cristo y nos dan sus Palabras, pudiendo la Iglesia decir con toda exactitud: "El Evangelio de N. Señor Jesucristo", y afirmar que en él habla el divino Maestro, no obstante saber todos que El no lo escribió. No hay, pues, pura ficción en el autor de este divino Libro del Eclesiastés, sino que, reconociendo su inspiración sobrenatural, debemos creer que quiere transmitirnos las palabras y sabiduría de Salomón, tal como lo hicieron con Cristo los escritores del Nuevo Testamento, aun aquellos que no lo habían escuchado directamente.
Los hebreos dividían los libros sagrados en tres grupos: La Torah (Ley); los Nebiyim (Profetas) y los Ketubim (Hagiógrafos). A este tercer grupo pertenece el Eclesiastés, que era contacto también entre los cinco Meghillot, o sea libros pequeños que se escribían en rollos aparte, para uso litúrgico.
El Eclesiastés se pregunta cómo afrontar la vida, ya que nada en ella es seguro excepto la muerte. Tiene un tono marcadamente existencial. Reflexiona sobre la fugacidad de los placeres, la incertidumbre que rodea al saber humano, la futilidad de los esfuerzos y bienes de los hombres, la caducidad de todo lo humano y las injusticias de la vida.
La incertidumbre de la existencia es el centro de las reflexiones de Kohélet. Nos invita a disfrutar de la vida, pues nunca podemos estar ciertos de qué nos deparará y también las alegrías de este mundo son un don de Dios. Recomienda aceptar con serenidad las desgracias y la adversidad, pues también ellas serán tan pasajeras como lo es todo en la vida del hombre. La injusticia que con frecuencia domina lo humano, el valor de la sabiduria a pesar de sus inevitables límites, lo inútil de todo afán del ser humano que necesariamente concluye con la muerte, son algunos de los temas intemporales sobre los que reflexiona. Resuena la voz de Kohélet en Ecle. 12, 8 según la versión Reina Valera:
"Vanidad de vanidades", dijo el Predicador, "todo es vanidad"
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